EN EL RÍO DE LA PLATA
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á
él exclamó: «Esto lo ha dispuesto así el Dios dé
Israel para verme cara
á
cara desde el cielo.»
<(Como
á
las tres de la tarde que se acabaron de
leer las sentencias de los que habían de ser relajados,
se levantó el huracán referido. Y á esa hora, juntos
los de este género en la crujía, con la estátua del ex–
travagante, los entregó Martín Díaz de Contreras y
don Juan Tello de Sotomayor, secretario y alguacil
mayor del Santo Oficio,
á.
los alcaldes ordinarios,
conforme al auto del entriego, que fueron los onc¿e
dichos
y
una estátua, y les hicieron causa y senten–
ciaron á muerte de fuego. Cometióse esta ejecución
á
don Alvaro de Torres y Bohórquez, alguacil ma–
yor de la ciudad, el cual entregó
á.
cada dos algua–
ciles un judío, y acompañado de todos los demás
ministros, los llevó al-brasero, que estaba prevenido
por orden de los alcaldes ordinarios fuera de la ciu–
dad, por la calle de Palacio, puente y calle de San
Lázaro, hasta el lugar de la justicia. Iban los justi–
ciados entre dos hileras de soldados para guardarlos
del tropel de la gente, que fué sinnúmero la que ocu–
rrió á verlos,
y
muchos religiosos de todas las Ordenes
para predicarles. Asistió el alguacil mayor á !ajusti–
cia,
y
DiegoJaramillo de Andrade, escribano público,
y
los ministros,
y
no se apartó hasta que el secretario
dió fe como todos quedaban convertidos en cenizas.
«Poco antes de ponerse el sol, el alguacil mayor
del Santo Oficio
y
alcaide de las cárceles
y
ministros
fueron sacando los reconciliados
y
demás reos del
cadalso y los llevaron delante del Tribunal, donde,
puestos de rodillas, abjuraron
de vehementi
unos,
y
otros formalmente, según se ha referido; reser–
vando para el día siguiente los que habían de abju–
rar
de
leDi,
por no embarazarse con ellos.