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LA INQUISICIÓN
dos
y
de muchos que se ausentan temerosos del cas.–
tigo, si los que salen tuvieran obligación de pedir
licencia en este Tribunal». '
Pero por más que el Tribunal de Lima y el _comi–
sario de Buenos Aires se empeñaban en obtener me–
didas directamente enderezadas contra los portu–
gueses, éstos continuaban llegando a'l Río de la Plata,
é internándose luego· por el país, iba la mayor
parte de ellos á radicarse en Tucumán. Por Jos años
de ·1636 eran ya
tantos~los
que allí había que el fiscal
de la Audiencia de Charcas, don Sebastián de Alar–
eón, no pudo menos de manifestar al mismo sobera–
no los grandes inconvenientes que resultaban de que
allí hubiese «tantos innumerables hebreos que han
entrado y de nuevo entran, por mayor crecimiento
por aquellas partes».
2
Luego veremos que esta denunciación no fué de–
sestimada en el Consejo de Indias, á donde ya desde
antes habían llegado 'otras. semejantes, todas con–
vergentes en que para·el caso no había más remedio
que tocar un recurso extremo: fundar allí un Tribu–
nal de Inquisición. Pero antes de tratar-de este.pun–
to debemos hablar de dos portugueses aveqindados
en Tucumán que se hicieron notables por más de
un título.
..
Es el primero Diego López de Lisboa, hombre que
después de viudo se había ordenado de sacerdote
y
que por la época á que hemos llegado era nada me–
nos que mayordomo y confesor del arzobispo de Li–
ma don Fernando Arias de Ugarte. Sucedió que una
noche á las doce, un tal Jerónimo de Agreda, hués-
1.
Carta de
22
de Agosto de J63J .
2.
Carta de
1.'
de Marzo de 1636. Archivo de Indias.