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LA

I~QUISICIÓN

natural de Esteco, de oficio cerrajero, por casado dos

veces.

Pero antes de hablar del auto de fe en qne tuvo su

desenlace aquella llamada «complicidad

gr~nde,))

debemos entrar en otro orden de consideraciones que

servirán para explicarla.·

Desde los primeros días del establecimiento del

Tribunal de la Inquisición en Lima los portugueses

habían sido mirados como muy sospechosos en la

fe, y, en consecuencia, tratados con inusitado rigor.

Esta prevención se hizo todavía más notable en los

comienzos del siglo XVII. Por los a11os de

1606

aca–

baba de llegar á presidir el Tribunal don Francisco

Verdugo, hombre animado de un espíTitu más to–

lerante que el de su predecesor Ordóñez. A poco de

su arribo mandó suspender cerca de cien informa–

ciones que por diversos motivos había pendientes;

pero, en cuanto á los denuncios de portugueses, fué

inexorable, despachando luego mandamientos para

prender catorce, gente, según decían, que andaba

con la. capa. al hombro, sin domicilio ni casa. cierta,

y

que, en sabiendo que prendían á alguno que los

pod.ía.

testificar, se ausentaban, mudándose los nom·

bres.

1

La persecución contra. los portugueses, á quienes

se acusaba. de judaizantes, había. ido así asumiendo

tales proporciones que parecía. ya. intolerable; y tan–

tos fueron los memoriales presentados al Rey,

y

ta–

les las razones que aconsejaban que este estado de

cosas cesase, q'ue aquél obtuvo del Papa. Clemente

VIII un breve para. que desde luego se pusiese en

libertad á todos los que estuviesen procesa.dbs por el

r.

Carta de Ordóñez

y

Verdugo, de

24

de Abril de

r6o3.