LA INQUISICIÓN
Juan de Dios, blasfemo; Sebastián Daniel y Soto–
mayor, natural de Río Janeiro, Yecino de Cartagena,
por hereje, admitido á reconciliación con confisca–
ción de bienes; Francisco Feroández de Valenzuela,
vecino de Panamá, por blasfemo.
Y
en otro de 20 ele junio del propio año, Juan
Dorber, natural ele Malta, que hubo ele abjurar;
y
Antonio Juan Munclei, sortílego, denunciado en la
Nueva Valencia, que se resistió en el tormento hasta
la cuarta vuelta.
Muchas de estas causas merecieron graves repa–
ros en el Consejo. Lo que rriás llamó la atención en
España fué que se procesara y condenara á tantas
mujeres por haber usado del
hayo
ó
coca
del Perú,
sobre lo cual los inquisidores decían que «en los con–
gresos ele mujeres de Yicla
y
costumbres corrompi–
das, para el uso ele sortilegios divinatorios y amato–
rios, es el principal y cuasi inseparable medio, mis–
turada con otros ingredientes y aplicada al fuego,.
escupida - en las manos para por las rayas
6
caracteres que en ellas deja decir que vienen en co–
nocimiento de lo que consultan y desean saber por
este medio, dirigido siempre á cosas torpes, y mu–
chas veces con invocación y palabras sospechosas y
observancias vanas. y que asimesmo este abuso está
tan frecuentado en la ciudad ele Santa Fe y sus cir–
cunvecinas y en la de Popayán y su provincia, que
no sólo corre entre personas de ínfima calidad, sinú
es que toca en algunas de mayores obligaciones
q.ue,
olvidadas de ellas, se dan á vida deshonesta.))!
r.
Carta de Suárez de Figueroa,
14
de enero de
r6g2.
Véase Solór–
zano Pereira en el capítulo X del libro II de su
Política Indiana.