EN CARTAGENA DE
INDL~S
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que pareció era razón. )) r Esperábase que el nuevo
fi scal tardaría aún mu chos n1eses antes de poder
realizar aquel dilatado viaj e, siendo, como era, hom–
bre viejo
y
achacoso; pero en esa espectativa se esta–
ba, cua ndo llegó nueva ele que ha bí a perecido vícti–
ma de la epidemiaentonl(es reinante en Caracas . P or
fortuna para S uárez, que así se veía obligado á re–
tardar su marcha, en noviembre de 1695 llegaron á
Car tagena los galeones en su regreso de Espa üa y
en ellos el licenciado don Juan de Laiseca Alvarado, /
nombrado por inquisidor fiscal.
Ha1lábase así éste á cargo del Tribunal cuando
ocurrió el percance más lamentable ele cuantos pu–
dieran suceder al San lo Oficio, q Llevamos
á
referir
en breves palabras .
No es nuestro á nimo, por ser ajeno
á
la índole de
este tú1.bajo, referir los s ucesos ele la toma ele Car ta–
gena por los franceses en
16..97:
debi endo limitarn os
á la intervención que en ellos cupo al Santo Oficio
y
á las consecuencias que tu
'i'O
pa ra éste .
Desde el 7 ele abril cle_1 697 encontrábanse fond eadas
en la ensenada de Samba, á espaldas de Cartagena,
v eintiseis naves francesas, á cuya v ista todo el
rnunclo creyó que su intei1to no podía ser otro que
atacar á los galeones ele Puertobelo, aunque á título
·de precaución se hicieron en la plaza alg un as pre–
venciones para organizar la resistencia .
Por lo que toca al Santo Oficio, el dí a 10 se dió
orden á los mini s tros para que se armasen
é
hicie–
sen la guardia en la puerta principal,
y
al receptor
r.
Car ta de 1S de marzo de 16g6.