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LA
INQUISICI Ó~
qui tó el proYisorato
y
le mandó que en el término de
veinticuatro horas exh ibiese la sentencia recaída.
en elj uicio de su residencia de la Yicaria de Arequipa,
que el Obispo sabia demasiado bien ,que no ex isUar
y
como Torres manifestase esto mi mo, lo separó del
cu rato
y
la chantría;
y
dando por razón que el co–
misario so había desacatado, le excomulgó, por lo
cual Torres tu\'o que marcharse á Lima á dar cuen–
ta de lo que le pa aba.
1
A este último, que lo ora de Popayán, . ogún hemos
dicho, se le j ustiflcó cómo siendo comisario «daba mal
ejemplo de su persona, no sólo con la mala Yida que
hacía, sinó en muchas partes escandalizando al pue–
blo, acuchillándose ele noche
y
bendic iendo la bra–
gueta, dicielido que lo sustentaba
y
lo daba de
comer.))
El hecho era que YiYía amancebado
·y
que hacía
ocho años que nadie lo había Yisto confesarse .
El Obispo le había formado un proceso y lutllán–
dose fuera de la cinclad, mandó á decido.con el clé–
rigo .Juan Pérez do Segura que no eutrase en Po–
payán .
Al deán Santisteban le tenía odio ' por halJor ido
á
Qu ito
á
conseguir en la Real AudienGia.\m ele pacho
para que el Gobernador no aceptase Jos familiares
del Santo Oficio .
Con ocasión de o te Yiaje,
y
habiendo contado Pé–
r ez de Segura
á
cierto Yecino lo que la \ udiencia
ordenaba, sorprend ieron la conYersación dos muje–
r es del part ido del comisario, quien levantó en el
r. Carta de los Inquisidores, de 3 de Abril de
I58I.