E::\f CARTAGE"NA DE INDIAS
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:al locutorio, por ser su conversación escandalosa y
.concluirla de ordinario con besarlas y abrazarlas.
Sería inútil referir la mullitud de casos en que, so
pretexto del Santo Oficio, quiso abusa r de mu.feres,
<lebiendo limitarnos á indicar el que le ocurrió con
.cierta monja, que pinta bien á las claras hastadonde
llegaba la audacia é inmoralidad ele aquel ministro
.del Santo Oficio.
Y como Clavijo resultaron los demás comisarios
de la Inquisición en aquel distrito.
El Obispo de Popayán no se hallaba en relacio–
nes más cordiales con el comisario del Tribunal.
Era éste un Gonzalo de Torres, á quien el Prelado
conoció en un viaje que hizo á Arequipa, donde se
.encontraba de vicario, persuadiéndote á que con
nombramiento ele cura y provisor se fuese á gober–
nar el obispado en su nombre mientras durase s u
ausencia. Torres partió, en efecto, y tan acelerada–
mente por la prisa que le daba el Obispo, que ni
s iquiera tuvo tiempo de dar cuenta del puesto que
estaba clesempeiíando, logrando que, á poco de su
llegada, el Rey le concediese la chantría de la nueva
diócesis en que servía. Cuando se trató de nombrar
{;Omisario, los inquisidores escribieron al Obispo
pidiéndole les recomendase alguna
per~30na,
logran–
do esLa distinción su provisor, que para aceptar la
nueva comisión tuvo que renunciar su cargo . Mas,
{;uando en desempeiio de su nuevo oficio pidió al
Ordinario los procesos de fe, le contestó que no exis–
tían, ·expresándose así, expuso Torres al Tribunal,
«porque tocab9-n á amigos suyos y hombres que
han procurado se quemen los proces.9s.)> Luego le