EN C.\.RTAGENA DE INDIAS
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Por no dilatar los reos para otro auto ccque iban
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Jreviendo)) ya, apenas terminado aq uél, despacharon
las causas de otros seis, que fueron: ·
Maria Crespo, mujer de un escribano real deBa–
yamo, sortílega, supersticiosa
y
hechicera.
Clemente Suárez de Solí.-, soldado, por blasfemo
h eretical; don Juan Melón, natural de Nápoles, po.c–
que «dió pintado el cielo empí reo, para que el que lo
trajese, aunque le tirasen con una bala, no le pasa–
s en)) .
El canónigo Ortega, á que nos hern os referido ya,
y
qu e salió absuelto; Juan ele Coto
y
Juan Martín de
Lepe, testigos falsos en un a información n:mtrimo–
nial.
An a cl e .A.Yila, mestiza, ele la complicidad ele las
Gerónimo. mulatos; Teodora de Saucedo, Domingo y Juana Ruffna
d e Mora. Esta última por haberse retractado en seguida de s us
confesiones y cuando aún no cumplía s us penitencias, fué puesta
en el
tormento y se le dieron doscientos azotes.
Catalina de Octavio, Lucía, Angelina de Nava, Ana Maria, Búr–
bara Gómez, Juana de Ortensio, Ana Suárez,
J\
1
taría
~l'té n dez,
Ju ana
Fernández Gramajo, Luisa Domí ng uez, Jerónima, Dorotea de Pal–
' ma, Rafaela de
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a va, todos negros. y un a Elena de la Cruz.
Teodora de Saucedo, que también se había retractado,
á
la pri–
m era vuelta le dió un accidente de mal de corazón, conque no
pudo satisfacer
á
las preguntas, pero que no le li'bertó de doscientos
azotes.
A l\'laría, con quien ocun
iJ.
otro tanto, á la primera vuelta, se ra–
tificó en sus dichos y llevó por eso sólo cien azotes.
A Juana de Mora, por idéntica causa,
«Se
le di eron tres vueltas,
y se comenzó á dar la cuarta , y en ella se desmayó sin poder ha–
blar palabra , con lo cual fué quitada del potro».
Juana, zamba, Luisa Domin guez y Barbola de Albornoz, resis–
tieron sólo hasta la primera vuelta.
Dorotea de Palma alcanzó hasta la tercera; Juana de Ortensio,
retractada como las
anteriore~.
se escapó del tormento, diciendo