EN
CART~\.GENA
DE INDIAS
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Ibanse recibi endo las testificaciones, y tanto ere–
d an éstas, qu e ya se hallaban culpadas algun as
espauolas emparentadas y con haciendas) cuando se
descubrió que la complicidad se extendía también
á
los negros qu e .vivían en el mi smo as iento del
Tri–
bunal, hall ándose como sus compañeros ele Tolú en
muchas juntas «en presencia ele Lucifer en fi gura
J e cabrón y de otros muC5hos demonios sus padri–
nos)) .
r
Los ministros del Tribun al no sólo creían
semejan tes absurdos sinó que llegar on á persua dirse
de que muchos qu e en la ciudad morí an con acha–
ques ele tísicos y otras enfermedades)) , no era sinó
d e hechizos y ma leficios que han hecho y hacen las
dich as bruj as con ye rbas y pol vos que les da el d.e–
monim) .
Y como si se tratara de reos el e la rn ayor impor–
tancia, procedieron á hacer construir nuevé cárceles
sec1~etas
más ele las qu e había para recluir en ellas
á
g ente tan perversa.
Entre las brujas presas apa recían como ele más
cu enta dos negras, una ll amada Elena de Vitoria, ·
. q\10
hacía ya treinta y siete aüos habí a renegado ele
Dios y que en el corral de su casa reun ía por las no–
ches á sus secuaces para celeb rar aquellas fi estas
del demonio, y que por todo esto fu é cond enada
á
relajar, cuya sentencia se revocó en el Consejo;
2
y
Paula de Eguiluz, que, untándose
á
deshoras el e
la
r.
Ca rta de 18 de febrero de 1631. Los inq uisidores refieren en ese
d ocumento, con la creculidad más absolu ta, los actos qu e los de–
monios hacian con los negros
y
negras q ue, por decoro, es impo–
sible contarl os .
2.
Carta de 4 de marzo de 1633.