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LA INQUISICIÓi'l
eha
y
el Gobernador con el seglar
á
la izquierda, fue–
ra del dosel, en su sill a
y
almohada delante, oyeron
misa, que los estaba e perando en el altar en qlle se
había puesto el día antes la cruz;
r
.díjola el prior de
Santq Domingo, fray Diego de Otaola,
y
ella aca–
bada, predicó el padre maestro fray Gaspar de He–
rrera, de la Orden de San Agustín: qu e hace oficio ele
calificador de este Santo Oflcio. Acabado el sermón,
se leyó el juramento ele la fe y luego el
mota proprio
de Pío Quinto, que por ser la primera vez pareció
c~.mvenir
así; y como
á
las nueYe ó nueve y media
comenzó la relación do las causas, con mucho con–
cierto, habiendo para ello cuatro lectores, dos en un
púlpito y dos en el otro, que alternativamente las le–
yeron sin cesar en ningún tiemp-o hasta la noche, que
aunque algunas so abreviaron, no se pudo hacer la
reconciliación y abjuraciones de día y fué fuerza se
encendiesen hachas.
«Hecha la reconciliación y demás actos con ]a so–
lemnidad necesaria, los seüores inquisidores se des–
pidieron del Gobernador y Cabildos eclesiástico
y
seglar y se entraron en la Inquisición, y ele allí
á
un
rato el
alg~wcil
y
personas
á
cuyo cargo estaba la
custodia de los penitentes los metieron en la Inqui–
sición.
«Al lado derecho del tablado, despu és. del Cabildo–
eclesiástico, se
cl~ó
asiento al recetor, consultores
y
ca1ificador.es,y
detrás de ellos á lo s S'..,lperiores de
I.
Que la misa no se había de decir en el tablado, estando
alli los p enitenciados que no estaban abs ueltos.-Nota del Con–
sejo.