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Tió
á
olvidar otra vez; con que la noche siguiente le vol–
vi6
á
decir la sierva de Dios lo \mismo,
1
con que la niña
'Se }e v9lviÓ á decir,
J
acordar á,
SU
madre, y lu·ego vino
la señora
á
traer los cincuenta pesos,
y
me djjo todo lo
ya referido. • Y es cierto que estábamos en Adviento,
y
con necesidad. Y con todo eso no queria yo
ga~tar
la
plata, y queria guardarla, porque la había 'pedido mi
querida Madre Nazarena, y solo le dí á cada hermana,
'
un real, como por reliquia, y por fin apretó la necesi–
·dad, y entónces la gasté ·toda.
CAPITULO XXX.
COMO SE CONSERVÓ EL BEATERIO DESI'UES DE MUERTA
NUESTRA MADRE, Y SE CONSIGUIÓ LICENCIA DEL REY P
A.–
·RA QUE FUNDASEMOS MONASTERIO: DIFICULTADES QUE .
PA~ECIMOS,
y
COMO EL SEÑOR LAS ALLANÓ.
En lo que toca
á
~as
diligencias que hice despues de
la muerte de mi madre Antonia la sierva de Dios, fué
lo que diré aquí. Como este recogimiento lo escogió
Dios para casa suya, y manifestar su Providencia, no
trajo á ella en
SM.S
principios Condesas, ni Marquesas,
sino gente pobre; y asi no quedó persona que nos ayu–
dara á adelantar la casa; porque cuando Dios se llev6
para sí
á
nuestra Madre, quedó solo el sitio, sin oficina
ninguna.; solo quedó el Coro alto donde íbamos
á
rezar,
y
hacer oracion: pero siempre clamando
á
Dios nos ayu–
·dase como Padre, para que fuese adelante y no se
~s
baratara su casa. 'Luego que murió me hicieron las se–
ñoras Madre, y sin mas tener que el nombre, y como
yo no era per ona ni de prendas, ni de plata, me afligía
harto. Ibamos pasando asi; y con harta misericordia de
Dios, pues teníamos con que comer,
y
lo principal para
el culto divino, en que tuvo gran parte el capitan D.
José Lorenzana, quien quedó dando todo el materia.l
que eva menester de cal
y
ladrillo,
y
once reales de pan,
y
un carnero todos los dias;
y
asi corrió aunque murió