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1

103

Tió

á

olvidar otra vez; con que la noche siguiente le vol–

vi6

á

decir la sierva de Dios lo \mismo,

1

con que la niña

'Se }e v9lviÓ á decir,

J

acordar á,

SU

madre, y lu·ego vino

la señora

á

traer los cincuenta pesos,

y

me djjo todo lo

ya referido. • Y es cierto que estábamos en Adviento,

y

con necesidad. Y con todo eso no queria yo

ga~tar

la

plata, y queria guardarla, porque la había 'pedido mi

querida Madre Nazarena, y solo le dí á cada hermana,

'

un real, como por reliquia, y por fin apretó la necesi–

·dad, y entónces la gasté ·toda.

CAPITULO XXX.

COMO SE CONSERVÓ EL BEATERIO DESI'UES DE MUERTA

NUESTRA MADRE, Y SE CONSIGUIÓ LICENCIA DEL REY P

A.–

·RA QUE FUNDASEMOS MONASTERIO: DIFICULTADES QUE .

PA~ECIMOS,

y

COMO EL SEÑOR LAS ALLANÓ.

En lo que toca

á

~as

diligencias que hice despues de

la muerte de mi madre Antonia la sierva de Dios, fué

lo que diré aquí. Como este recogimiento lo escogió

Dios para casa suya, y manifestar su Providencia, no

trajo á ella en

SM.S

principios Condesas, ni Marquesas,

sino gente pobre; y asi no quedó persona que nos ayu–

dara á adelantar la casa; porque cuando Dios se llev6

para sí

á

nuestra Madre, quedó solo el sitio, sin oficina

ninguna.; solo quedó el Coro alto donde íbamos

á

rezar,

y

hacer oracion: pero siempre clamando

á

Dios nos ayu–

·dase como Padre, para que fuese adelante y no se

~s­

baratara su casa. 'Luego que murió me hicieron las se–

ñoras Madre, y sin mas tener que el nombre, y como

yo no era per ona ni de prendas, ni de plata, me afligía

harto. Ibamos pasando asi; y con harta misericordia de

Dios, pues teníamos con que comer,

y

lo principal para

el culto divino, en que tuvo gran parte el capitan D.

José Lorenzana, quien quedó dando todo el materia.l

que eva menester de cal

y

ladrillo,

y

once reales de pan,

y

un carnero todos los dias;

y

asi corrió aunque murió