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tis el que hace este cargo; lo reitera el
St'.
V·
y
no se cansan de
repetirlo en mil tonadas los adeptos en esa sociedad. Vednos aquí
otra vez en el deber de defender á la Santa Sede y
~e
combatir á
una' asociacion, que bajo el velo de la beneficencia encubre un
misterio de iniquidad, que sella con
l~
Santidad del juramento.
Sentimos no
pode~
extendernos : lo.hemos hecho en otra oc.ásion :
si bien hoy dia ya no estan necesario, desde luego que ellos mism?s
se dan á conocer ya por sus libros, que ellos mismos publican, ya
por las revelaciones que hacen los que desertan de sus banderas,
y
ya en fin por sus mismos hechos.
Es preciso no haber leido ·las Bulas de los Romanos Pontífices,
que condenaron á la sociedad masónica para poder aventurar el
aserto 'de que
se precipitaron á·lanzar contra ella sus rayos, sin sa–
ber lo que es esa sociedad.
Clemente VIII y el sábio Benedicto XIV,
que fueron los primeros que la proscribieron, se fundan en seis
motiyos á cual mas poderoso, sacados como dice el primero de los
mencionados
de las reglas
y
estatutos sancionados
y
practicados JJOr
los mismos franc-masones.
Los limites e nuestra obrita, que toca
ya á su término, nos obliga á concretarnos al solo
juramento.
Se–
gun las.sagradas Escrituras y la doctrina catolica para que el jura–
mento sea licito, debe ser verídico, justo y necesario :
Jurad con
verdad, con juicio
y
con justicict,
decia el Señor por el profeta
J
ere–
mías (1). Pues bien: ninguno de estos requisitos
~iene
el juramento
que emiten los masones. ¿Es por ejemplo justo? Entrelas pregun–
tas que segun el mason Clavel, se le hacen al profano en su recep–
cion en la masonería, hay esta :
«
La sociedad en la cual deseais
»
ser admitido,
podrá tal vez exigiros que clerrameis por ella hasta
»
la última gota de vuestra sangre : en este caso consentiríais en
»
ello
(2)?
»
El candidato debe consentir en esta proposicion só
(i)
Jerem., c.
IV.-
(2)
Historia pintoresca de lá
franc~masoneria,
por F. F. B.
Clavel,
y
traducida
é
ilustrada con notas
y
apendices por un Filósofo moderno,
pag. 24, edicion de Madrid, 1847.