· -
328-
removerá las oca
~ones
peligt"osas,
y
muerto el gérmen de los celos
siempre fecundo en discordias, introducirá la paz y la confianza en
Ja sociedad conyugal, tan necesaria para la conscrvacion de la
uni–
dad
y la felicidad ele la familia.
Una ele las calam·idades de nuestro siglo es la facilidad del divor–
cio en los ·
matrimonios~
proclamado y sancionado por la incredu–
lidad
y
la heregia contra la existencia y la santidad del Sacramento,
que imprin1e un sello divino
á
su natural
inclisolubiliclacl.
El di–
vorcio, que hace ·del esposo un tirano, del padre un verdugo
y
del
hombre un monstruo mas desnaturalizado que las fieras, que no
saben dejar en el abandono á los hijos que han engendrado, el
divorc.iove y reconoce en la confe$ion sacramental su incansable
antagoni~ta.
No es posible que puedan divorciarse dos
esposos . q~1e
frecuenten este santo Sacramento. Ellos ven en su confesor un re–
presentante del Dios criador que los unió con el vinculo sagrado
é
indisoluble del Sacra1nento;
y
en las indicaciones que nacen del
fasLiclio, del amor gastado ó de un genio intolerante, oyen incesan–
temente de sus labios la sentencia del Salvador : -
Lo que Dios
uniú, no lo-puede separar el hombre
(
1).
Dotado de prudencia
y
caridad el sacerdote emplea todos los* recursos de su sabiduría
y
su
celo para tranquilizar los animos, disipar las sospechas, partir las
diferencias, poner en armonia los genios
y
las voluntades,
y
con sus
consejos evangelicos hacer suaye y llevadero un yugo tal vez y en
cierto modo insoportable. Si el divorcio está
ya
consumado y uno de·
los divorciados se postra
á
sus pies, la compasion
y
el amor fraterno
dan un vigor
y
una elo?uencia irresistible á su celo, y no se cansa
hasta rehabilitar la_antigua union. ¡Cuántas bendiciones han pro–
digado las familias al sacerdocio catolico por este beneficio
1
¡Cuanto
]e debe la sociedad domestica
y
civil á la confesion sacramental!
Tres son los fines por que la divina Providencia ha instituido la
(1) l\Jatth., c. xxrx, v. 6.