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2~6-

tismo que son celebrados

y

se precian de

eruditos!

Prosigamos

pues nuestra tarea haciendo ver á nuestros adversarios

y

á

todos los que profesan sus ideas, la ligereza de sus procedimien–

tos, ó la suma ignorancia que los acompaña en sus produc·

cwnes.

Aunque ]a abolicion del presbítero Penitenciario

y

de la peni–

tencia publica (siquiera por algun tiempo), á que este presidia

y

la imponía por ciertos crímenes mas graves en Ja confesion

secreta, pudo causar alguna relajacíon en la disciplina

y

en la

moral en la iglesia

d~

Constantinopla y otros pueblos del oriente,

de que se quejan los historiadores· Sócrates y Sozomeno (1.); muy

pronto volvieron estas á reflorecer, mediante el celo

y

las predica–

ciones del grande Patriarca de aquella Iglesia San Juan Crisostomo,

muerto el año de 407. Este eminente Doctor y Padre de la Iglesia,

conocedor de la virtud moralizadora de la Confesion auricular al

Sacerdote, no lisonjeaba las pasiones humanas, como nuestros re–

formistas haciendo en tender

á

los fiel es que no están sujetos á la

coufesion por precepto alguno anterior á

la ·ley

tiranica

del Papa

Inocencio 111, sino que recordándoles la institucion de los santos

sacramentos de la Confesion y de la Communion por Jesucristo

nuestro Señor, los estimulaba á frecuentarlos con las debidas

dis~

posiciones, principalmente en tiempo de Cuaresma

y

Pascua, seña–

lado ya desde el tiempo de los Apostoles para el cumplimiento del

precepto divino. He aqui sus propias y literales palabras:

«

Mu–

»

chos fieles en otros tiempos, y especialmente en este, en que

»

Cristo instituyó los santos Sacramentos, se acercaban á ellos

»

temerariamente y sin mayor reflexion. Por lo que, previendo

»

nuestros Padres (los Apostoles), el gran daño que causaría seme–

»

jante temerario procedimiento, reunidos decretaron, que prece–

»

dieran cuarenta días de ayuno, oraciones, audiencia de la palabra

(1) Socrat.

Histor. Eccl.,

lib. V, c.

XIX;

Sozom.

Histm·. Eccl.,

lib. VII, c. xv1.