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se ha <le dar estrecha cuenta, ¿que–
será, misera ble de m í, de
tantas como
h ablé?
Si
e n e l habla r muc ho, nunca
faltó pecad o, ¿cuánto habrá pecado, q uie n
si empre habló mal ,
y
m uch o?
¡O,
Scí101·,
misericordia ele
mi!
¡
P enl onad mis pa–
Jabras, Vos que sois palabra de eterna
verdad!
Desd ~
hoi propong o pone r un
candado
á
mi boca. una gual'da á mi
le ng ua, una pue rta
de
circunsta ncias
á
mis
labios,
y
un pes0 fie l á todas mis pala–
bras. El candado será el sile ncio, la g uar–
da
rn estro santo temor,
la pue rta
de
circunstancias,
la prndcncia , el peso, la
caridad: desde hoi será e l silencio guar–
da de mi corazon, callal'é hablanrlo so–
lo lo pl'eciso, á g loria vuestra, bien del
prójimo
y
de mi alma: mi protector en
esta hora , sel'á San B ern ard o , ejercita–
dísimo
e n
esta vil'tud á
fu erza del trato
i nte ri or: callaré , Señol', para
que
Vos ha–
bleis e n si lenc io
á mi
co razo11 palabl'as
de
ricia ete rna , dond e os espero r er: así
sea, por una e ternidad.