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Gonzaga, qae entre las delicias
de Pa·
lacio, refrenó sus ojos, para no ver ni
aun lo permitido;
á
su
imitacion !os
cerraré
yo
1
para que Vos
me
los abrais
al conocimiento vuestro, ac¡uí viriendo
por
fé,
y
poi·
clara vi:sion en el cielo,
por una eternidad.
P .\LABRAS
A
DIOS.
L.\S CINCO.
SJILENCIO.
EN
esta hor::i., Dios mio, os entre–
go mis palabras.
¡O,
y
cuántas han sali–
do de mi boca vanas, ociosas,
perdi–
das,
murmurato1·ias, provocativas, es–
candalosas,
llenas
de
envidia, odio, si–
mulacion
y
vanidad! ¿Qué ha sido mi
boca, sino
un
sepulcro abierto por don–
de salían los malos olores de mi alma?
¿Qué mi lengua, sino una serpiente ve–
llenosa, picando
en
todo
y
á todos, á mis
superiores,
á
mis iguales, á mis inferio–
res,
al
rico, al pobre, al
virtuo~o
y
al
que
no lo
era? Y
si
de una palabra
ocio-