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LIBRO TERCERO. TIT.
l.
CAP. IV.
Que los Clerigos 'no vivan con mng·eres sospechosas, ni hablen
coil ellas, ni con las tapadas, ni .acompañen
:j.
ningunas, ni
las lleven
á
las ancas de las mulas, ni se entretengan en con–
versaciones descompuestas.
Porque es justo, que los Clerigos se abstengan,
no solo de lo que es malo, sino de. lo que parece;
Prohibimos, (;]Ue no tengan en su casa mugeres sos–
pechosas, ni traten con ellas, ni acompañen á qua–
lesquiera, que sean,
á
pie,
ni
llevandolas á las ancas
de sus mulas, ni yendo junto
á
las sillas de manos,
en que suelen hacer sus visitas, y que ninguno sea
ossado
á
entrar en casa alguna, que sea de mal exem–
plo,
ni
hablar con las que, van tapadas por las ca–
lles, ni en lugares publicos, ni con otras, con quien
puedan dar mal exemplo, sopena, de que serán pre–
sos, y castigados,
~omo
convenga para su emmien–
da; y assi mismo prohibimos, que no hagan juntas,
ni corrillos, para entretenerse en conversaciones
descompuestas, que solo sirven de ocuparse en mur–
muraciones, y .el que, siendo por esto reprehendi–
do, no se emmendare, será castigado conforme á su
excesso, pues deben procurar apartarse y dividir–
se de las ocupaciones populares, y comunes;
y
que
su trato, y proceder sea singular, y excelente, con–
forme á la d<:>ctrina de los Santos (35), aventajan–
dose á todos en palabras, y exemplo, para que, los
que los vieren, y oyeren, se edifiquen,
y
los imiten,
atendiendo á la pureza, y limpieza, que requiere su
oficio,
y
ministerio,
y
al respeto, y decoro, que se
deben tener assi mismos, por ser sagrarios, y Cus-
_(35)
·.s.
A;mbro~i.lib~
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Epistol.. 6. ad Iren.eumPitog?ricu. Origiue•. Ho·
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