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§.VI.
Las verdades simples y puras que dejamos expues:
tas, naturalmente nos conducen
á
otra, resultante de
la reunion de todas ellas. Puesto que el obispo-y la
iglesia sean 'objetos distintos, el obispo sin embargo
es la parte principal, y el primer pastor, y llf cabeza
visible de su iglesia. De que el obispo y la iglesia
sean dos cosas distintas, se sigue que la iglesia no
siempre es suficientemente representada por su ca–
beza; observacion que ya hice con motivo de Nes–
torio, de Pablo de Samosata y del papa Honorio ;
lo cual me excusa de recurrir
á
otros ejemplos. Pe–
ro de que el obispo sea cabeza visible de su iglesia,
resulta necesariamente que por su éarácter puede re–
presentarla, y que tiene á ello un verdadero derecho;
y
no hay duda en que cuando suficientemente la re–
presenta, su juicio equivale al de su iglesia; ó que la
contiene en sí mismo y forma con ella una sola co–
sa: en este caso puede, decirse con san Cipriano
que "la iglesia está en el obispo;". y con san Pedro
Damiano hablando del papa: Tú eres la silla apos–
tólica, tú eres la iglesia romana." He visto estas ex–
presiones adQptadas por muchas personas en senti–
do no menos contrario á la verdad, que al espíritu de
los santos que las emplearon. Es seguro que nunca
habria dicho san · Cipriano que la iglesia
estab~,t
en
Liberio ouando este anatematizaba á san Atanasio,
ó en el papa Honorio cuando escribía el famoso de–
creto en favor de los monotelitas:
y á
fé
que san
Pedro Damianó tampoco hubiera dicho
á
ninguno de
estos papas:
"Tú eres la silla apostólica, tú eres
la iglesia mana." Ni la silla de .Constantinopla ó
la de Antioquia hubieran permitido que estas expre–
'siones se aplicasen á sus gefes Nestorio y Pablo
cuando blasfemaban contra la divinidad de Jesucris-