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[ 27 ]

§.VI.

Las verdades simples y puras que dejamos expues:

tas, naturalmente nos conducen

á

otra, resultante de

la reunion de todas ellas. Puesto que el obispo-y la

iglesia sean 'objetos distintos, el obispo sin embargo

es la parte principal, y el primer pastor, y llf cabeza

visible de su iglesia. De que el obispo y la iglesia

sean dos cosas distintas, se sigue que la iglesia no

siempre es suficientemente representada por su ca–

beza; observacion que ya hice con motivo de Nes–

torio, de Pablo de Samosata y del papa Honorio ;

lo cual me excusa de recurrir

á

otros ejemplos. Pe–

ro de que el obispo sea cabeza visible de su iglesia,

resulta necesariamente que por su éarácter puede re–

presentarla, y que tiene á ello un verdadero derecho;

y

no hay duda en que cuando suficientemente la re–

presenta, su juicio equivale al de su iglesia; ó que la

contiene en sí mismo y forma con ella una sola co–

sa: en este caso puede, decirse con san Cipriano

que "la iglesia está en el obispo;". y con san Pedro

Damiano hablando del papa: Tú eres la silla apos–

tólica, tú eres la iglesia romana." He visto estas ex–

presiones adQptadas por muchas personas en senti–

do no menos contrario á la verdad, que al espíritu de

los santos que las emplearon. Es seguro que nunca

habria dicho san · Cipriano que la iglesia

estab~,t

en

Liberio ouando este anatematizaba á san Atanasio,

ó en el papa Honorio cuando escribía el famoso de–

creto en favor de los monotelitas:

y á

que san

Pedro Damianó tampoco hubiera dicho

á

ninguno de

estos papas:

"Tú eres la silla apostólica, tú eres

la iglesia mana." Ni la silla de .Constantinopla ó

la de Antioquia hubieran permitido que estas expre–

'siones se aplicasen á sus gefes Nestorio y Pablo

cuando blasfemaban contra la divinidad de Jesucris-