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J

Domingo Soto, de Baunez, y otros ·autores. Pero in–

dependi.enté de las variaciones posibles, la santa se–

de se rá siempre la prime·ra entre todas las demas, el .

centro de unidad, la heredera de la primacía de sah

Pedro: su autoridad será siempre inmutable y per–

pétua. De otra parte, ·no es menos constante y se–

guro que la santa sede es una iglesia y no un hom–

bre, ni un obispo, ni un rango, ni una dignidad; y

que esta sede será esencialmente siernpnil aquella

que ocupe el sucesor de san Pedro, donde -quiera que

se encuentre establecid a. Síguese de esto que están–

dolo hoy en Roma, con razo n y verdad se dice que

la santa sede y la iglesia romana son una misma co–

sa, y forman un mismo y único objeto. He aquí co–

mo esclarecida la dificultad de que me he hecho car–

go, resulta igualmente demostrada la verdad de mi

a·sercion.

§.V.

Pero no perdamos de vista los dos conceptos en

que puede y debe ser considerado el papa. Como

obispo de Roma, es cabeza visible ele la iglesia par–

ticulm"de Roma; y como sucesor de san Pedro, lo

es de la iglesia universal. La misma diferencia de

conceptos presenta: por esta causa la iglesia romana:

es particular, y tiene tambien su obispo particular co–

mo todas las demas iglesias : á esto agrega la pre–

rogativa singular de se r el s uyo sucesor de _sa.n

~e­

dro, qe contarse la pnmera entre todas las 1glesws,

y de ser el centro de la comunion eclesiástica. · Mas

como antes he probado que el obispo y su sede, la

sede y el que la ocupa son dos objetos oatural y esen–

cialmente distintos, es preciso distinguir igualmente

entre el papa y la iglesia de Roma, ya se la consi–

dere como iglesia particular, ya como centro de la

iglesia universal. El papa, como gefe visible de la

~ glesia

particular de Roma, tiene el gobierno de su