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del emperaqor Carlos V,
y
e.n ellas se encuentra cla–
ramente distinguida la cátedra de san Pedr,o del gefe
que la preside. Cita tambien la autoridad de Diedre
que establ ece esta diferencia sobre pruebas solidísi–
mas á juici·o de Bossuet;
y
él mismo cuando se em–
peña en probar que la sede apostólica nunca erró,
hace palpable la necesidad de distinguir
esta~
sede de
los papas que han caí do en error; L a propia ruta ha–
bí a o;:eguido an tes Alfonso de Castro, teólogo español
de los mus célebres del siglo 16, cuando nos advierte
que si por acaso erró ulgun papa queriendo definir
la fé , el e rror no fué de la santa sede, sino del hom–
bre que la ocupaba (1). L aunoi dice lo mismo en su
carta á Raimundo, teólogo de París, con motivo del
papa Honorio: "Lo qu e el papa Agaton refiere de
la igl esia romana puede ser cierto, aunque Honorio
haya sido herege. La sede se distingue del que está
~entado
en ella"(2). En efecto cuando san 1-Iilario
decía anatema al pu pa Liberio, no decia anatema á
la santa sede.
J
ustinilfho protestaba que su ánimo era
siempre honrar la sede apostólica, al mismo tiempo
que mand aba borrar de los dípticos el nm11bre del pa–
pa Vigilio. Sofronio no resistía
á
la ¡;;anta sede res is–
tiendo el decreto de Honorio; ni el sexto concilio
comprendió
á
la sede apostólica en la condenacion .de
este papa. R e pitamos con san Leon: "Una cosa son
las sedes
y
otra sus presidentes." Nestorio blasfe–
maba sobre
la
sede de Consta ntinopla, que repelía
con horror las blasfemias de su patriarca. Paulo de
Samosnta era he rege, mientras la sede de su presi–
dencia conservaba la pureza de la fé. Cirilo Lucar
(1) Si quanrlo aliquis romnnus pontifex in dcfinitione fiuei
er~a
vit.... crravit tune homu, qui
iti
sede apostolica erat, non erravit
se·
des npMtoli cn.
· (2) Qure de romana tradit ecclesire
(
Agatho Papn) yera esse pos–
sunt, etiamsi hrereticus fucrit Honorius. Sedes
a
sedente distingui-
tur.
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