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[ 270 ]

11e hnbrian adherido

á

ella; lnnúmerables ejemplos

prueban· que l<;>s padres, y aun los papas, dudaron á

veces de la equidad de los

juicios~ronunciadns

por

el pc:mtífice romano

y

la sede apostólica ·;· de donde

concluyyabiarnente Bossuet que no hay otro medio

para conciliar estos pasages, que el de distinguir la

certeza íntegra

y

absoluta, de la piadosa confianza

y

favorable presuncion que aquellos se merecen. Así

que no siendo absolutamente ciertos é irrefragables,

·tampoco era lícito poner en duda su equidad, y exami–

narlos por las reglas de ·la revelacion; ·no obstante

que la eminencia de la sede y sus prerogativas indu–

jeron siempre á presumir en favor de la conformidad

de

&U

juicio con la tradicion de la iglesia universal.

Bossuet trata detenidamente esta materia. La pre–

silllcion

y

confianza que con justicia inspiran las de–

cisiones dogmáticas de la santa sede, son el funda–

mento de su privilegio ó derechu á tornar la princi–

.pal parte en todas las de la iglesia, y constituyen en

los fieles la obligacion de consultarla con preferen–

cia á las demas sedes sobre las cuestiones que se·

suscitan relativamente á la fé.

§.XVIII.

De todo lo dicho en esta obra nacen ciertos prin–

cipios generales que pueden servirnos de guia para

nuestra co]lducta.

I.

Por cuanto los juicios del papa y de la sede apos–

tólica no llevan en sí una certeza íntegra y absoluta

cuando no son confirmados por el consentimiento de

toda la iglesia, se sigue que no son infalibles é irre–

fragables, ni exigen una obediencia íntegra é ilimi–

tada, debida solamente

á

las reglas infalibles que

tienen por orígen y fundamento la unidad de las

iglesias. Asi pues, el que dudando de .la unánime

conformidad de estas sobre una decision del papa, ó ·