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facultad para compelerle
á
retractarse de lo que hu–
biese dicho equivocadamente, y pat•a ,tomar medidas
encaminadas á sufocar y contener los progresos de su
error." De donde por,legítima con¡:ecuencia se deduce
que el juicio del papa asistido de los sufragios de su
iglesia particular no es irrefragable. A vista de esto no
puedo me!JOS de admirarme de la osadia de algunos
teólogos, que intentan apoyarse en la doctrina del
gran Bossúet para sostener la infalibil]dad
~ urídica
de la sede apostólica,
·ó
de la iglesia particular de
Roma.
- §.XV.
La equivocacion de estos teólogos consiste en con–
fundir un privilegio cun otro; á saber, la ind efecti–
bilidad,
COI'\
la infalibilidad; la inmovilidad de la se–
de, con su inerrancia. Bossuet, Nicole y otros escri–
tores franceses reconocen la estabilidad de la sede
romana, y sostienen que mientras lo sea del sucesor
de sa:1 Pedro,
el
error no echará en ella profundas
raíces, ni le podrá abrazar tan obstinadamente, que
se aparte por sostenerle de la verdadera iglesia, co–
mo les ha sucedido á las de oriente, Inglaterra,
Di–
namarca &c. Asi pues debe mirarse la sede apostó–
lica como una parte ca-pital y eseneial de la iglesia
universal; y por cuanto esta no puede ser ·privada
de lo que
á
su principio y esencia pertenece, es in–
dudable que aqu ell a no puede faltar enteramente e11
la fé. Pero repito que de esta indefectibilidad suya
no se sigue su infalibilidad en las decisionés dogmá–
ticas. La cohesion de la inerrancia con la infalibili–
-dad no se encuentra necesari amente vinculada sino
en la iglesia unÍ\'ersal; porque si esta pudiera enga-·
ñarse en sus decisiones sobre la fé, le faltaría
á
ella
y faltaría
á
sus miembros
una
regla fija y un medio
seguro para medir la verdad y discernida del error:
pues consistiendo esta regla y este medio en la au-