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g~ard¡¡.is
los cánones, y os empeñais en destruit· lqs
· constituciones de nuestros mayores, será preciso que
yo
Oll
rlesconozca (1)." Tan sagrada era entre losan–
tiguos la autoridad suprema de la iglesia universal,
y tan religiosamente consi'derada la obediencia debi ·
da á sus eúnones por todos los miembros de este
cuerpo místico, incluso el primero y principal, que
es el pontífice- romano.
§~XXII.
Conviene obsen·ar aquí que esta obediencia á los
decretos de la iglesia universal; tan inculcada y l:e–
ligiosarnente observada por ·Jos papas, no se limita
solo
á
los artículos concernientes á la fé, sino que es
extensiva á todos los puntos de disciplina eclesiásti–
ca: pues en la carta de Simplicio se trataba de la
causa de Acacio; en la de Agapito, de la enagena–
cion de bienes eclesiásticos; en la
de
Inocencio, de
una dispensa matrimonial;
y
en la de san Gregario,
de los derechos patriarcales. Lo mismo debe decir–
se de otros muchos testimonios ele los papas sobre
puntos de disciplina, en que se muestran y declaran -
sometidos á las ordenanzas sinodales, dando por mo–
tivos de su obligacion en esta parte la autoridad de
la iglesia universal, la unidad del sacerdocio,
y
el
general cousentimiento de los pastores. "Lo esta- -
blecido por la·universalidad de los sacerdotes se ob–
serva inviolablemente en todo el mundo (2)." En es–
ta unidad hacían consistir la fuerza inmutable de las
leyes; Y. de ella deducían el dHber de la obediencia,
reconociendo por tanto la supremacía irrefragable
de la autoridad de la iglesia universal. Si hubiesen
(t)
S1
canones non
custoditis, et majorum vultis statuta
convelle~
re, non cognosco qui estis &c.
(2) Per !lnivP.rsum orbem
indissolubili observatione retinetur,
quod
á,
saterdetum ·universitate eonstitutum est.