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huye al papa todos los derechqs de la monarquía
mas completa y absolu_ta.
Define con Grocio, Pu
ffendorf, y otros publicistas la
n~turaleza
de este go–
bierno, y dice que su autoridad se extiende no solo
sobre cada uno ·de los súbditos, sino sobre el cuerpo
entero· de la nacion, que debe una obediencia plena
á
las voluntades del monarca.
s asi, dice, que el
papa es monarca de la iglesia,
quien toda la tradi–
cion atrilimye los derechos de la monarquía mas·ab–
soluta: luego, concluye, no solo cada miembro, sino
la iglesia universal está obligada
á
obedecer las vo–
luntades del papa. Amontona para comprobar este
argumento muchísimos pasages de la antigüedad, en
pinguno de los cuales aparece el término de monar–
quía empleado en siglos posteriores. A la verdad
que el Evangelio no usa de semejante expresion pa–
ra significar la autouidad confiada
á
san Pedro; y
aun me parece que los padres la rechazaron con so–
lo haber dicho que no reconocían en la iglesia perso–
na que fuera
obispó de los obispos.
Por lo menos es–
taba muy distante del ánimo de los padres la idea ·
que ofrece aquel término, en el sentido con que or–
dipal·iamente se emplea para significar el estado tem–
poral de los príncipes. Tod_os los pasages que Orsi
trae
á
cue'nto, se refieren y limitan al primado del
papa, general y constantemente reconocido en la
~gles!a.
Jesucrist0 estableció
á
san P edro gefe de su
Iglesia; pero el gefe de un cuerpo no siempre es mo–
narca. En siglos posteriores se comenzó
á
emplear
este. término respectivamente al papa; pero en un
sentido, que por no diferir de la significacion dada
por la antigüedad al título de primado, le adoptan
concordes todos los católicos. Yo combato solo. la
i~ea
del padre Orsi sacada del plan de la domioa–
cwn
terrest~e,
tan agena, segun he dicho antes, del
plan de gob1erno establecido por ·Jesucristo. El au–
tor de la disertacion sobre el libro del cardenal Orsi,