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colocada al fin de lá obra: de Bossuet sobre la decla–
racíon del clero, impresa últimamente en París (1774)
hace varias observaciones relativas
á
este punto. En
primer lugar dice que el cardenal Orsi, impelid·o de
un excesivo celo en dilatar los límites de la autori–
dad del papa, nos le define mas bien como un déspo–
ta, que como un monarca; porque el monarca mas
independiente del cuerpo de la nacion debe confor–
mar su voluntad á las leyes fundamentales del esta–
do: de o'tro modo, si sustituye
á
ellas la arbitrarie–
dad, corrompe el estado monárquico, y degenera en
déspota, que no reconoce mas ley que su capricho.
Asi el padre Orsi quiere que el papa sea un monar.–
ca independiente, libre de toda especie de eondicion
y superior á los cánones, que son las leyes funda–
mentales de ]a. iglesia que gobierna. Supone el caso
en que .dé una ley evidentemente injusta, y dice que
entónces es permitido hacerle humildes exposicio- .
nes; pero que si insiste en la ejecucion de la ley, no
hay mas remedio qué bajar la cabeza y ol;>edecer.
Si esto no·es despotismo puro, es necesario convenir
en que no ie hubo ni le puede haber nunca de otra
especie. Por lo menos debía habernos presentado el'
régimen del papa comb una monarquía moderada
llena de sabiduría y templanza, y
á
su pretendido mo–
narca obligado
á
gobernar la iglesia segun ·las leyes
fundamentales y originarias recibidas de los apósto–
les, ó formadas despues de general y comun consen–
timiento.
§.XXIV.
En segundo lugar 0bserva el autor de la diserta–
cion citada, que para formar una idea justa de la mo·
n11rqnía eclesiástica,
i10
debe acudirse á los princi–
pio;; de Puffendorfy Grocio, sino
á
los de Jesucristo,
fund~dor
de la iglesia; · que toda ¡:omparacion del go-