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rado sobre todos los hechos humanos. Si á causa de
algun ligero error de cronología e.n los primeros su–
cesores de san Pedro, si en razon ·de simples conje–
turas sacadas de argumentos negativos fuera permi–
tido negar un hecho atestiguado .por todos los auto–
res, y sostenido por una sucesion perpétua en la se–
rie de los pontífiees romanos desde san Pedro hasta
la época presente; no bay hecho humano, por acre–
ditado que se h,alle, que no pueda revocat'se en duda
impúnemente. Algunos enemigos furiosos del pri–
mado, ·llevados del calor de la disputa, abrazaron es–
te último par.tido, dando ·con ello, clara prueba de la
mala causa que desesperadamente defendían. Yo no
me detendré en -refutar semejante locura., de que
a~
cabo ya se han curado á sí propios los mismos que ·
dieros en ella.
i
Como
im
efecto resistir al torrente
de toda la anti·güedad
y
.á los testimonios que esme–
radame.nte han recogido de ella muchos escritores
célebres, entre los cuales cito con gusto
y
con vivo
sentimiento de aprecio á Monseñor Pedro Foggini
(Disse1·tatio
de
iti1tere D. Pot1·i
~·c.),
cuya memoria
vivirá siempre cara entre los sabios, ora por la mul–
titud de óbras que ha dado á luz, ora por su aficion
á
la buena doctrina,.y á todo género de sólida
y
útil
literatura 1
§.XIV.
Para el objt;Jto qu.e me propongo h!,lstará reflexio–
nar que la iglesia de todos los s'iglos reconoci6 siem–
pre de unánime consentimiento en la sede romana el
primado trasmitido por san Pedro, al cual se le
con~
firió Jesucristo. "Siempre s·e mantuvo floreciente en
la iglesia romana, dice san Agustín en su carta 16,
el principado de la cátedra apostólica (1 )." Y san Ge-
(1)
In
romana ecclesia senwer apostolicre cathedrre viguit prin:
cipatus.