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soporta con grande humildad que un inferior le cor–
rija, y qu'e lo haga á ·la faz de toda una iglesia. Con
que calificar
á
·san Pablo de inferior y á san Pedro
de superior, es dar en uno solo dos. testimonios in–
contestable!) d'el P.rimado de este último apóstol.
·
§.
x.
Paréceme que basta el' ligero bosquejo que acabo
de trazar, para concluir de justicia: 'primero, que to–
da la Escritura depone COJ.lStantemente erJ favól' del
primado de san Pedro; que la prueba es completa;
y que la cosa está decidida hasta la evidencia por el
oráculo del Espíritu Santo. Este es el derecho divi–
no sobre que se funda el primadp de san Pedro.
Segundo, de todo el conjunto de la
s divin!is escritu–
ras resulta que ningun otro apóstol reune.en su per–
sona los signos marcados de distincion, que el Evan–
gelio presenta en la de san Pedro. Luego es eviden–
te
injusticia sostener que hay una perfecta igualdad
entre san Pedro y los gemas apóstoles. Y por último
á
vista de· un primado tan sólidamente establecido,
segun acredita el
leng~taje
constante
y
uniforme de
toda la Escritura, no es menor desatino tratar ·de
persuadir que Pedro lo obtu-vo
á:
causa de su residen–
cia en Roma, ' es decir, en J1a prime1ra · ciudad del·
mundo, capi.tal del imperio romano.
i.
Estaba san
Pedro en Roma:
ando ejerció tantas veces las· fun–
ciones de gefe en Jerusalen
1
i.
Y
qué· era
étttÓnées
Roma para san Pedro· 6 pal'a otro cualquier apótiton
Casi todas las muestras fu.rillames de su primado son
!tnteriores al viage que h}zo á Roma. Luego sus pro–
rogativas !)o le v•ienen de haber tl'aslada:de á esta' eiu-·
dad. su silla episcopal'.. l!'!scogió s!iln Feá•m par.a eJ.lo
la capital del mund•o, po'l'que se'gUJW observa san Juan··
Crisóstomo, los apóstoles fueron dirigidos pot· el Es–
píritu Santo á las ciudades mas considerables, para