[ 93 ]
poni'a
y
arreglaba todo de acuerdo con su clero;
y _
los de las primeras sedes con el sínodv de su pre–
vincia
ó
patriarcado : asi se respetaban las decisio–
nes de estas .asambleas porque los pastores que
concurrían á ellas, cuidaban despues muy par–
ticularmente de ,su ejecucion
y
eran para con el pue–
blo otros tantos garantes de su justicia
y
sabiduría.
Hoy por nuestra desgracia todo lo ha invadido
y
al–
terado el espíritu de dominacion é independencia.
Un obispo fo)'lna estatutos,
y
da instrucciones, segun
le place, sin sínodo ni concilio: un vicario general
lo dispone todo á su antojo .en el ejercicio de la ju–
risdiccion voluntaria;
y
un oficial se conduce con po–
ca diferencia de la misma manera en el de la couten- .
ciosa: todos deciden por sí solos negocios que de–
bieran ser juzgados en el sínodo diocesano
ó
en el
concilio provincial. De aquí la division entre los obis–
pos, el abuso de autoridad de parte de los superiores,
y
la indocilidad de la de los inferiores; siendo natu–
ral que el clero murmure,
y ·
que el pueblo se acos–
tumbre á
despre~ar
las ordenanzas de un prelado
que desprecia las de su predecesor,
ó
se opone á las
de sus hermanos;
y
si en medio de este desórden
callan ó reclaman menos las personas mas ilustradas
y
piadosas, son sin embargo las que mas le deplo–
ran,
y
se lamentan en secreto. Doloroso pero nece–
sario es confesa•· que en parte los estragos de este
mal han penetrado hasta la iglesia de Roma, cuyos
obispos otro tiempo escrupulosamente adictos
Í1
las
formas canónicas, nada decidieron sin un concilio
compuesto por lo 'menos del cleró romano, y de al-·
gunos otros prelados. La iglesia en tanto clama por
el restablecimiento de los concilios, sabiendo que
nunca será bien gobernada, sino del modo que Jesu–
cri:>to ha establecido,
y
segun la práctica consagrada
por los siglos, desgraciadamente.interrumpida con
la alteracion y trastorno del buen órden en el régi-