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mana. ;
y
lo que mas ofendtl
á
todo raéional sentir;
lo
más op.llestc¡ al espírílti del gobierllo eclesiástitJo,
fundado en la persuasion
y
el cohvéncir:ñít!nto, es que
se pl'onuncitm estáS ¡,:ondenb.eíónes sin
dár
IlitJgllila
razoli en ápoyo de
la
censura. Uná larga serie de he–
chos ha oot!tribuido
á
formar la mas deéi<lida
preVen–
éion contra los juicios de esta congreg·acion, hasta
en lós parages donde está recoiloé:ida: por
cuya
cáti–
sa cada cua·l tiene derecho
li
ex!!úiÍnar las prohioi–
ciones que de tierÍipo en tieinpb fulmina, coñsulttin-'
do soore éste punto el dictámen
y
las luces de teólo–
gos itnpál'ciales é ilustrados,
y
sobre todo arréglat!–
do su conducta por la ditcccidn de sú pastól',
y
se–
gun
las reglas de la verdad
y
laju..sticüL
§.XXV.
Yo no me propongo hacer un analísis completo de
todas las congregaciones romanas, lo cual me aleja–
ría mucho del plan de esta obra:
solo he querido
presentar algunos ejemplos para dar la medida justa
del valor que tienen sus juicios, considerados como
juicios ó enseñanzas doctrinales. Basta
ft
.mi propó–
sito haber demostrado que por mas perfectas que se
las suponga, como deben ser, su Vóto en sí mismo
no
pa~a
de un·dictámen ó enseñan·za
d~trinal
; que
no son ni pueden ser otra cosa sino
ía
curia ecle–
siástica, ó el consejo doméstico
y
privado del papa ;
que no representan por tanto ni pueden representar
nunca la sede apostólica, ni mucho menos equivaler
á
los cóncilios mas numerosos que los papas acos–
tumbraban reunir para tratar los negocios eclesiásti–
cos; concilios con los cuales no pueden entrar en
comparacion, ni por la abundancia de las luces, ni
por su dignidad caracte·rística, ni por la fuerza de su
autoridad. Toda la que tienen reside en el papa; y
como de una parte este
y
la sede apostólica son dos