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apostólicas parten del absurdo principio de la omnipoten–
cia papaL P ues bien: devuélvanse á los obispos sus facul–
tades, y cesarán de una vez los recmsos á Roma, y sus, gas–
tos consiguie11tes. E l primado de la Iglesia cristiana es sen–
cillo en sus facultades, así ·como en su dignidad. Diganlo
los antiguos y santos Pontífices, que
h~ llaban
que
d ::~r
á
otras
~glesías,
en vez de gravarl as con exacciones. En otra
parte hemos hablado de la manera de proveer á las necesi–
dades de las ig lesias. De su parte las luces irán extirpando
no pocas necesidades, desp ues de haberlas desacreditado.
19.
Necesidad de ltacer ,.if;rmas.
N o hai títu lo ni razon cristiana para conservar las oca–
siones de escándalo. Muchas herejías han nacido de ahí;
y la Curia 'pretende j ustificarse, porque herej es la han cen–
surado. ¿Eran hsrejes p01' eso, ó eran imputaciones calum–
niosas las que hacían, á propósito de l desórden y la codicia
de -la Curia romana? N o diremos que en el siglo 19 se con–
serven todos los escánd alo" de que hablaron San Bernardo,
y
otros escritores cató licos y san tos; pe\·o si la Curia pro–
cede con sinceridad, tiene que confesar, que no ha cam–
biado en el fondo de su sistema;
y
que las pocas refor–
mas que haya hecho, han sido para temporizar en algo con
el torrente d.e la murmuracion un iversa L Sigan los Pa'pas
el consejo que San Bernardo daba
á
un Papa-:'si ellos
oponen su dureza y ten acidad , sed Vos ' mas duro y fuerte
que ellos, y ten drán :que ceder ó ser venciclos."-si
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