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(·IJ

tuvieron en las elecciones el pueblo, el clero

y

el Sínodo de lo •

Provincia, fué cxplicodn por el consentimiento ttícito delSumo

PontHice; al propio origen se atribuyó la autoridad que ejercic ..

ron los Metropolitanos en la confirmncion

y

consagracion de los

Obispos: doctrina. robustecida con los hechos,

y

que ha sido la

fuente de una nuevo disciplina. Mas no era bastante proclamar

el{>rincipio, ni obrar en su conformidad dispensando

á

la ventura

favores, que por mui agradecidos que fuesen de los Príncipes, pu ....

dieran no tener la fuerza de evitar intempesti,•os disturbios,

po1·

no haber unn base acordada de inteligencia mutua.

Por el con–

trario pudieran pedir elclero

y

el pueblo 6 sus Gobiernos, que se

hiciesen las elecciones como en el principio: pudieran pedir lo

mismo

á

su modo los Cabildos eclesiÍlsticos,

y

pudieran los-

Me~

tropolitanos reclamar su antiquísimo derecho de confirmncion,

alegando todos In violencia con que fueron despojados sinoirlos

siquiera: por donde si los Gobiernos resueltos

á

sostener lo. causa

de las Iglesias de sus respectivos Estndos, pusiesen mono en el

asunto, inquietarinn

á

los Romnnos Pontífices.

Se necesitaba pues un convenio especial

y

solemne, que

comprendiese todos los casos,

é

impidiese todos los peligros; que

no fuese como el de Nicolao 5.

0

con Federico 3.

0

en que se

de~

jaba

á

los Cnbildos In eleccion canónica dentro de cierto tiempo,

pasado el cual,

ó

en caso de haber defecto, provecrín el Papa;

nj

como el desnudo privilegiode Sixto 4.

0

á

los Reyesde Castilla,

pam que fue::>cn elegidos losque ellos nombrasen

y

pidiesen pnJ!a

los Obispados; ni como el concedido por Adriano 6.

0

ú

Carlos

5.

0

para que, no ya

á

súplica de los Reyes Españoles, sino por

presentacion suya, se pro\·eyesen las vacantes de los Obispados,

lo que Julio 2.

0

había otorgado

ñ

Fen1ando el Católico para las

Iglesias de Amé1·ica; sino como el de Lcon

10

con

Franci~co

l .

0

que ha venido

á

ser el tipo de los Concordatos, que no dej61a mns

pequeña esperanza al pueblo, al clero ni

ú

los Obispos de restnu–

raren algun tiempo susderechos,

y

cort6 de miz todos tos incon–

venicntes, para. que los Papas

y

los Reyes gozasen en pazdel fru–

to de sus Concordatos.

Segun esto, podemos decir que, hablan–

do .de elecciones eclesiásticas, son los Concordatos una columna

levantada sobre el sepulcro de la libertad.

Y

illO

será posible derribar esta columna, romper lo lñpido,

y

hacer salir

á

la libertad de su sepulcro?

tserá. inútil desacre–

ditar ante el mundo Americano estos pnctosquc se hnllan en po–

:';esion de ser mirados como vínculos de la unidad,

y

manifestar

que por el contrario, noson necesarios para este fin santo

y

cat6li–

co; que pe

rjudican

á

lnsNnciones,

y

son indecorosos

6.

sus Go–

Vicrnos.si

ti<'ncu conciencia de su 1\ig:nidad?

¡No

hnbr(t prue-