CAPlTULO L
ARTICULO l.-SOCIEDAD RELIGIOSA.
La coleccion de los seres materiales está sujeta
á
un órden lleno de sabiduría
y
de magestad, como
se
deja ver desde luego. ¿Y la sociedad de las
inteligen~
cías había de estar abandonada
á
sí sola, sin reglas
que seguir, sin leyes
á
que sujetarse para llegar al des–
tino que su Criador debió señalarles en su creacion?
No, todo cuanto existe, está ordenado; y pues, exis–
ten inteligencias, claro es, que están sujetas al órden.
Síguese de aquí, que desde que hay hombres, el
órden los obliga
á
vivir en conformidad con los pla–
nes que, al darles una naturaleza inteligente, no pudo
menos de proponerse su Criador. Repugna el pensa–
miento de que Dios haya criado al hombre para que
haga solo lo que le
parezca~
para que le adore ó le ul–
traje
á
su arbitrio; para que le ame,
ó
le aborresca,
segun se le antojare; para que siga la verdad ó el er–
ror, cual si esto fuese indiferente.
Existe pues, un deber urgente, ineludible y sagra–
do en el hombre de tributar
á
Dios los homenajes q\le
por todos títulos le son debidos.
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