dones
y
deposiciones de sus Prfncipés. El poder soberano lleg6
á
hacerse bacilante y precario, y á perder su fuerza, sometiéndo–
se todo
el
Reyno baxo del poder arbitrario del Clero. Basta leer
nuestros Concilios, para demostrar esta verdad.
11
7
r
Las consecuencias fueron iguales en España en
el
si–
glo VIII á las que en
el
siglo XV experiment6 el Imperio O rien–
tal. Por lo mismo deben tener quantos gobiernan muy á la vista
el
consejo de Amonio Perez, y de Fr. Juan Marquez; y los Gobier–
nos rezelar mucho de que
el
Clero á tirulo de piedad mal-enten–
dida se apodere del mando, y de que el fanatismo se introduzca
en los pueblos en lugar de la ilustracion
y
verdadera piedad.
Tampoco debe tolerar, que los Ministros se quieran arrogar
el
nombre de la · Iglesia,
porque en tal caso todo esrá perdido. Las
letras, las arres, la agricultura, el comercio, la navegacion, la
milicia se abaten en paises supersticiosos, y al fin se pierden, co–
mo sucedi6 quando los Arabes vinieron á España, que ni aun
armas tenian nuestros mayores, para defenderse de ellos; y re–
currieron por toda defensa
á
la natural de las ásperas monta–
ñas de Asturias.
1 1
7
2.
Distintos son los derechos del Santuario de los del
Imperio, y nadie há autorizado
á
los Eclesiásticos para meterse
en estos, ni impedir eluw de la proteccion y vigilancia exterior,
que
el
Gobierno debe tener sobre la conducta del Clero en quan–
to
miembro del Estado, y en que cumpla sus funciones , sin sa–
lir de sus límites. Tribunales tiene el Rey, donde pueden recurrir
los Eclesiásticos en sus pretendidos agravios. El alterar estos subor–
dinados recursos,
el
declamar contra sus providencias con gene-
·
ralidad y conmover con este fin , es en sustancia inducir á sedi–
cion; y por decirlo de una vez, es faltar al juramento que
el
Cle–
ro presta al Rey por medio de los Obispos.
117
3
Se há difundido
el
Fiscal, porque en tono de triun–
fo se hán trahido de mano en mano las cartas del Obispo , y se
hán querido cubrir con ellas las execrables maldades de los bulli–
cios pasados,
é
infundir en los simples fanatismo.
1
r
74
Pudiera
el
Fiscal pedí r, que se tratase al
R.
Obispo
como á reo de Estado; porque pone su boca, como dice la Es–
critura, contra su Príncipe y contra su Gobierno; tirando
á
ha–
cerle malquisto con sus vasallos.
1
r
7
5
Se dirá que
el
Obispo es bueno, y que obra mal
aconsejado: que es de una familia esclarecida, y que no puede
tener mala intencion en lo que dice ;
y
que al fin
si
esto no bas–
~a,