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sus prohibiciones. La Iglesia pro·igui6 en el ejercicio de este
derecho recibido de Jesuct•isto, sin ninguna intervencion de los
príncipes
y
gobier.nos seculares por cinco siglos enteros ;
y
lo
que es mas de admirar en el
IV
y v, en que florecieron los
grandes protectores del cristianismo Constantino, Teodosio ,
Marciano, ele. Esto lo confiesa Vigil. "Tan libre era el manejo
de los pastores eclesiasticos en este punto ,
dice nuestro doctm·,
y
tan espedita
y
propia su accion sin auxiliode ninguno;
y
por
esto, dice el docto Tomasin hablando de los cinco primeros si–
glos de la Iglesia , que no se encuentra ni aun vestigio de la
intervencion de los reyes en la ereccion de obispados (4).»
Verdad es que la Iglesia conformaba la constitucion delas igle–
sias episcopales con la policía civil , de manera que en la ciu–
dad en que las leyes políticas ponían un jefe que la gobernase
con el nombre de defensor 6dictador, la Iglesia ponía un obis–
po ; en las capitales de provincia donde aquellas ponían un
presidente 6procónsul , esta colocaba un obispo metropolitano;
en la capital de muchas provincias en que babia un exarca , la
Iglesia e tablecia un patriarca. «Pero así procedía en esta ma–
teria ,
son palabras delmismo Vigil,
sin someterse servilmenLe
á
esta conformidad , que era libre
y
espontánea, distribuyendo
la corporacion cristiana en sociedade
comprendida~
dentro de
cierto territorio.... De uerte que al obrar así los pastores ecle–
siástico daban
á
conocer por una parte , que de ellos nacía
y
por su voluntad tenia efecto la particion de las iglesias
ú
obis–
l)ll(los, y de la otra que no prestaban ocasion para que tuvie·e
zelos la otra potestad por alerse de vocablos seculares 6 de
lí–
mites territoriales... La prueba de la libertad que tenia la Igle–
sia en el arreglo de su policía, es que no siempre se conformó
con la política.; porque cesaron las razones ele conveniencia que
al principio se tuvieron en mira ,
y
no debía sufrir la Iglesia
lo cambio
y
ici ·iLude de las co a mm1danales , como decía
Inorencio J ,
ó
por otros diferente motivos que obraron en los
ánimos de lo pastores, y de que pre enta mayor númerp de
ejemplos la Iglesia de Occidente. Si vimo antes que todo pue-