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TRATA.DOPilllllERO
de veras te vuehres
<Í
mí.
¡
Oh Dios mio, benditas sean las entra–
ñas de vuestra misericordia! ¿Qué corazon habrá tan frío y duro
que no se e.ncientla en vuestro amor y no se ablande
á
quereros so–
bre todus las cosus del mundo con tales muestras de aficion? Fle–
chad, bien mio, el arco de vuestro quere1· y traspasad con la saeta
agrnla de vuestro amo1· este mi corazon, para
r1ue
ame al que asi
me ama y me llama, y me convida consigo (l). Descienda, Señor,
(dice San Ag.ustin) descienda, bien mio, descienda en mi corazon
vuestro olor
sua,~sirno;
entre en él vuestro amor, mas dulce que
miel, y el sabor de vuestra maravillosa é inenarrable dulzura, des–
pierte y avive en el paladar de mi alma nuevos gustos y nuevos sa–
bores,
y
la llene Je suavidad
y
Jesc:rnso, poniéndole acíbar en
el
amor del siglo
y
de la carne, que es congojoso
y
desasosegado,
y
no deja de reposar las ánimas que tiene tiranizadas, y las fatiga
con varias sospechas, turbaciones, congojas y temores, porque li–
hre, ligero
y
suelto Je mis pasiones, corra tras Vos en el olor de
vuestros suavísimos ungüentos, hasta llega1· á la vision de vuestra
hermosma,
á
donde me hartaré, recrearé y tendré todo mi bien.
CAPITULO X.
SETliUO JUOTIVO.
El sétimo motivo sea, habernos Dios librado del infierno, pues
pudiera quitarnos
J::i
vida en acabando de pecar mortalmente
(~),
y
con<lenarnos para siempre, como lo ha hecho con otros, que le
ofendieron mucho menos que nosotros. Y porque estimemos mas
este beneficio tan singular, es bien que sepamos, como nos enseña
la
fé
'· que el infierno es una cárcel perpétua , hecha por decreto de
Dios eterno,
é
inmutable en las concabidades
y
cabernas de las
entrañas mas profundás de la tierra; oscurísima, donde nunca ja·
más entre
rilyo
de luz para tlar alivio, sino mayor tormento , llena
de fuego, que abrasa
y
no alumbra, que quema
y
no consume,
(f)
IUe dil~t. c~p.
3.-('2) Aug. solilop. c.
f8.