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DE

L.\.

REFOHl\IACION Cl\ISTL\Nl.

i3

rados de las riquezas,

y

ti~nen:

todo cuanto han menester

~obrado

en abundancia, dice: Bienes daqos

á

hombres tan malos (

1)

no

son bienes, porque si lo fueran, Dios

no

fuera bueno, pues no

fuera justo, porque la justicia es ajustar los uiet1es y los males con ·

los suge tos á quien se dan, dando bienes á buenos y males

á

ma–

los. Pues si los turcos, moros, gentiles, heregcs y malos cristia–

nos están llenos de estos bjenes temporales, forzosamente hemos de

creer y confesar, ó qur. estos no son bienes verdaderos, ó que Dios

no es verdaderamente bueno y justo. Y es tan grande verdad esta .que

la alcanzó Séneca, pues dijo

(2):

«De ninguna otrn manera pudo

Dios mejor infamar los <¡ue

el

vulgo llnma bienes, que quitándosé- '

los

á

los buenos y dándoselos á los mnlos.

»

De tlon(le vino á decir

el otro sabig Lacedemonio, viendo pasar cierto hornbi·c rico, igno:–

rante y viciosisimo, muy lleno de galas y joyas

i

ccl\'lirad corno sa–

ca Dios á la vergüenza sobre este borrico los bienes tempor:iles.

»

l\!fas dirá alguno· que estos bienes tambien

Sl~

dan muchas veces

á

los buenos y

á

los muy queridos de Dios, corno

á

Job, David,

Abrnam, Isac y Jacob,

y

que el mísmo Cristo en · su Evangelio

promete

á

los que buscaren el reino de Dios

(~)

darles ese princi–

palmente, y por añadidura los hie11es de acá,

y

de hecho los dá á

muchos. A eso respondo, lo primero, que las riquezas de suyo, ni

son bienes ni son males, indiferentes est:ín para lo uno ó para lo

otro, segun en lo que se emplean, porqne el tenerlas•no uos quita

la santidad, ni el carecer de ellas nos la pone, ni !os grandt's esta–

dos cierran las puertas tlcl cielo, ui la pobreza y abatimiento las .

abre, sino el huen ó mal uso de ellas. Digo, lo segundo, que

no por eso dejan de ser bienes nparentes, sino qüe Dios se los

tlá

á

los buenos cuando él es set:vido, para que con el buen uso y des–

precio de ellos (11) consigan el reino de ·los cielos, y con su ejem -

plo enseñen

á

los demas, cómo y en qué los han de emplear. Pero

que no es ese el estilo ordinario que Dios usa con sus escogidos,

sino lo contrario, como lo usó con su Hijo unigénito, con la

Vít'-

(1 ) An scl. de Conlcmptu rnundi.-(2) Liu. de Dirina provi<lcncia c. 5.

-

(3)

lUallh. 6. u.

33.-(4)

A111b. lib.

1.

Ofli. c. 30.

..

.

.