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TRATADO TERCERO.
CAPITULO VII.
DE LA ENVIDIA.
La envidia es un dolor desordenado de la prosperidad, y buenos
sucesos agenos: fuego abrasador de tocias las virtude_s, disipador de
todos los bienes, é inventor de todos los males; porque
el
envi–
dioso desdora lo dorado, y deshace Jo que hace la virtud, envi«!lia
á
sns mayores, porque él no se les iguala ;
á
los menores, porque se
le igualan
á
él ;
á
los iguales, porque se le aventajan; y sin irle
nada en ello, se goza de ver caído ::il prójimo, y se entristece de
verle ensalzado; recibe pena de sus alabanzas y alegría de sus vitu–
perios, y murmura de él, y de sus cosas, procurando apocarle
y
Jismiuuirlc sin reparar en que le acontece lo que al gato de Locm::i-
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Persa, que lamia una lima cebado J el gusto de la sangre, que
de su lengua lastimada salia , desa ngrándose mas mientras mas
gusto recibía ,
y
todo lo convierte en su daño; porque bienes,
y
males agenos son tormentos propios; si se aílije de los bienes, se
quita la vida del cuerpo;
y
la del alma, si se alegra de los males.
¿Qué móstruo puede haher mas mostruoso que este? ¿Qué daño
mas dañoso?¿ Qué culpa mas cnlpablc ? ¿O qué pena mas peno–
sa? El es un abismo de ciego error, infierno del alma, estímulo de
contiendas, aguijon de podre,
y
corru'pcion, pasion propia de ne–
cios,
y
vicio mas cruel·, que el mas fiero leon,
ó
tigre de lfücania.
UEIIIEDIOS CONTRA LA ENVIDIA.
El prirnern sea despegar el corazon de los bi enes de esta vida
y
aficionado
á
los Je la otra, que no los di sminuye el número sin
número de los herederos; ¡rnes para todos son unos,
y
todos para
cada uno; mas al conlr::irio, los hi f' nes del sucio, tanto mas se
disminuyen, cuanto entre mas dueños se reparten,
y
con dificulta1l
dejad de tener pena, si ves á otro gozar de lo que tú deseas.
El srgundo es considerar los males, que de la envidia nacen,