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l>E LA. OBI.UH.CION SUlSFACTOl\L\..

187

dignidades

y

honras por consegui1· sus gustos. ¿Qué codicioso has

conocido lerdo,

y

flojo en anmenta1· su caudal '? ¿Qué ambicioso,

qne no beba los vientos por sus mejoras

y

acrecentamientos? ¿Qué

hombre lascivo,

y

aficionado, que pierda ocasion , sin asirla de la

melena? ¿Tú solo has de se1· el desc11 idado en el

rn~gocio

de tu sal–

vacion? Avergüénzate de ser tan negligente en el bien de tu alma,

siendo tau cuidadoso,

y

solicito en lrnsca1· tu regalo,

y

en hui1· del

trabajo;

y

si eres religioso, consi1lera los ejemplos que te dan los

fervorosos ,

y

santos religiosos. ¿Qué tiene que ver tu humildad con

la de san l<'rancisco? ¿Qué tu carida1l con la de santo Domingo'?

¿Qué tu amor para con Dios, con el de san Ag11stiu? ¿Qué tu

oracion con la de san Ignacio? ¿Qué tu penitencia,

y

11101·tificacion

con la de los descalzos de tantas órdenes? Al mismo Sei'ior sirves tú

que ellos sirvieron; el mismo premio csperns que ellos gozau; el

mismo estado prnfcsas, que ellos prnfesarou : ¿pues por qué

110

les

imitas? ¿Por qué no te afervoras? ¿Por qué no desechas tle tí esa

flojedad,

y

pereza? ¿No ves el daño que te haces? Tus pasiones,

y

afectos desordenailos te provocan mal; t.n carne te incita al regalo,

el mundo

á

la vanidad, el tlemonio

á

totlo género de pecados ,

y

durmiendo,

y

holgando t.e piensas resistir? l\Iucho me temo qui!

has tic decir (

1):

paráromuc tic vuella,

y

media;

y

110

me <lo lió,

arrastráronmc,

y

uo lo sentí;

y,

¡ay

de tí, si despues de caitlo,

maltratado

y

rendido no lloras, ni escarmientas!

El sesto

y

último, sea el ejemplo de Cristo nuestro Señor,

1111c

se ocupó siempre con grande fervor en las cosas que perteneciau

:l

nuestra salutl eterna, l'jercitanclo todas las virtudes para nucslro

l'jemplo; él curó tu soberbia con su hu111iltlatl; tu avaricia con su

pobreza ; tus deleites

y

gustos sensuales con sus dolores ; tu ira con

su mansedumbre; tu envidia con su cari1lad; tu gula con la hi el,

y

vinagre que le dieron

á

beber,

y

tu pereza con los i11mcusos tra–

bajos que por

padeció; pues si el Seüor 1lc la Majestatl tanto

pasó por tu bien,

y

saluJ eterna, ¿cuánto scr:í bien 1¡111i

t1't traba–

jes? Si Dios por librarte de tus cnlpas vclú ,

~ u1lú,

trak1jo,

y

fu e

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