llE LA. SATlSFA.CCION
ODLIGA.TO!UA.
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religiosos de la compañía traian consigo una yerva, que los prescw–
vaba de todo pecado sensual;
y
cundió tanto esta voz, que llegó
á
los oitlos del príncipe D. Felipe
U,
el cual, deseoso de saber, qué
yerva fuese esta, le mantló
á
su ayo .D. Juan de Zúfiiga, comemla–
ilor de Castilla
y
del consejo de Estado , que se informase en la com–
pañía de la verdad, que tenia esta fama tan constante; dió el ayo el
recado de su príncipe al padre Araoz, que entonces predicaba en Ma-
1lrid con grande fama de docto,
y
santo; el cual luego que lo oyó
quedó suspenso, y como era tan disc1·eto cortesano, respondió, que
le <liria la verdad, con tal que se la refiriese al príncipe, como él se
la diria; prometió de hacerlo así D. Juan, y díjole el padre: mn–
cha. venlatl es, seilor, lo que en la corte se dice <le esa yerva que
traemos, y es de t.:rnta virtud
y
efic:lcia, que no solo nos libra de la ·
sensualidad, siuo <le toflos los <lemas vicios;
y
quisiera que su al–
teza
y
V. S.
y
todos los cortesanos la trageran siempre consigo,
y
se aprovecharan de ella; esta respuesta le acreclmtó el deseo mucho
mas, po1· saber qué yerva fuese,
y
dijo al padre , f¡ue no le tuviese
mas suspenso á él, ni á su príncipe, sino que le dijese qué yerva era,
y
cómo se llamaba, para ir luego con la rnspuesta; el padre respon–
dió : la yerva, señor, que traemos con uosotros los de la compaiiía,
es el santo temor de Dios, y hallámonos tan t>ien con ella , que en
medio de las llamas no nos quemamos,
y
eilt1·e tantos peligros del
alma (ayudados de Dios y de ella) salirnos con victol'ia,
y
donde
quiera que llegamos , nos va mejo1· qne merecemos; porque este
santo temor 11os hace huir de todo pecado, gual'<larnos de los peli–
gros y ocasiones en f{UC Dios puede ser ofendido ,
.t.IJ>lemos de los
males pasados, abstenernos de las delectaciones presentes, tomar
con tcmplaza lo que es menester para pasar esta vida ,
y
goherna1·
nuestras acciones con discrecion cristiana, anhelar siempre
á
la per
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feccioo, procurar saber lo que mas agrada
á
nuestro Sefior,
y
po–
nerlo en ejccucion, para mayol' honra, gloria suya y hien nuestro,
y
provecho universal de nuestros prógimos. Contento quedó el ca–
ballero con la respuesta,
y
mucho mas su príncipe;
y
tú
lo queda–
r:ís lamhien, si traes contigo esta ycrva: cuyas Yirtudcs conocia
muy bien c·I santo virjo Tobías, cnamlo iudustriaudo
ii
su hijo en la