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16ii

Tll ATAI.10 TEllCtrnO

menta odios, causa ignominias, engendra celos, apacieuta disensio–

nes, fomenta desenvolturas, acrecienta ca idas,

y

atesora infamias

y

muertes lastimosas;

y

sobre todo no se harta, ni satisface, porque

es insaciable como el infierno. Pues ya, ¿quién contará los males

1lcl alma cuando como el hijo pródigo, ba consumido los bienes de

la gracia, viviendo lujuriosarnentr.: hállase fuera de la casa Je- s_ú

padre Dios, en region muy apartada del cielo, muerto de hambré,

porque no recibe los sacramentos de la coiifesion

y

conihnion, no

1

gusta de la palabra de Dios, ni de la leccion espiritual, ni de bue-

nos co11scjos, ni de los consuelos interiores que tiene el ánima justa:

sirve al demonio con un miserable cautiverio, apacienta sus inmun–

dos

y

torpes deseos , buscándoles en que se ceben,

y

ella está siern–

prn hambrienta, porque no le dejan comer del pasto de sus antojos.

¿Qué mayor miseria que esta? Dígalo Salomon, que perdió la sa.

biduria,

y

con ella el gusto de Dios,

y

de sus cosas,

y

juntamente

el reino, el señorío, la honra, la fama, la satud, la hermosura, el

hu cu juicio, el sexo, la vergüenza, el temor, que las mujeres todo lo

estragan, inficionan, y contaminan

(1 ).

Si bien á las buenas (poi·

serlo, y son lo muchas) <leben los hombres amparo, respeto

y

vene–

racion ;

y

á

Ja .que es mala,

~ompa s ion

y

lástima, de quien dice san

Geróninrn: ¡Oh mujer, oh furgo infernal, oh lujuria! cuya materia

es la gula, cuya llama la soberbia, cuyas clüspas las plitas <leshones–

tas, cuyo humo la infamia, cuya ceuiza la inmundicia,

y

cuyo fin

el pozo infernal.

·

El undécimo remedio es la memoria de la

mm~rte,

de la cuenta,

d~I

juicio, <l el infierno

(2).

Quien se acuerda que

ha_

de morir pres·

to, no se sujeta

á

su carne;

~nas

procura sujetarla corno esclava, para

que le ayude

á

ganar la vida eterna: no hay cosa que tanto refreue,

y

consuma el deseo

Je

las cosas sensuales, como considerar muer–

ta,

y

corrompida

h

cosa que se amó, és tan<lo viva y sana. Quien

contempla cuál estará de!'pues de muerto el cuerpo, en cuya con_

cupiscencia se abrasa, qué feo, qué asqueroso, qué hediondo

y

abo–

minable, ¿cómo no vencerá'su pasion, pues su dulzura,

y

deleite son

(1) 2. Hcg 11..-('2) Grcg. t6. ni.or. cap. 31.