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menta odios, causa ignominias, engendra celos, apacieuta disensio–
nes, fomenta desenvolturas, acrecienta ca idas,
y
atesora infamias
y
muertes lastimosas;
y
sobre todo no se harta, ni satisface, porque
es insaciable como el infierno. Pues ya, ¿quién contará los males
1lcl alma cuando como el hijo pródigo, ba consumido los bienes de
la gracia, viviendo lujuriosarnentr.: hállase fuera de la casa Je- s_ú
padre Dios, en region muy apartada del cielo, muerto de hambré,
porque no recibe los sacramentos de la coiifesion
y
conihnion, no
1
gusta de la palabra de Dios, ni de la leccion espiritual, ni de bue-
nos co11scjos, ni de los consuelos interiores que tiene el ánima justa:
sirve al demonio con un miserable cautiverio, apacienta sus inmun–
dos
y
torpes deseos , buscándoles en que se ceben,
y
ella está siern–
prn hambrienta, porque no le dejan comer del pasto de sus antojos.
¿Qué mayor miseria que esta? Dígalo Salomon, que perdió la sa.
biduria,
y
con ella el gusto de Dios,
y
de sus cosas,
y
juntamente
el reino, el señorío, la honra, la fama, la satud, la hermosura, el
hu cu juicio, el sexo, la vergüenza, el temor, que las mujeres todo lo
estragan, inficionan, y contaminan
(1 ).
Si bien á las buenas (poi·
serlo, y son lo muchas) <leben los hombres amparo, respeto
y
vene–
racion ;
y
á
Ja .que es mala,
~ompa s ion
y
lástima, de quien dice san
Geróninrn: ¡Oh mujer, oh furgo infernal, oh lujuria! cuya materia
es la gula, cuya llama la soberbia, cuyas clüspas las plitas <leshones–
tas, cuyo humo la infamia, cuya ceuiza la inmundicia,
y
cuyo fin
el pozo infernal.
·
El undécimo remedio es la memoria de la
mm~rte,
de la cuenta,
d~I
juicio, <l el infierno
(2).
Quien se acuerda que
ha_
de morir pres·
to, no se sujeta
á
su carne;
~nas
procura sujetarla corno esclava, para
que le ayude
á
ganar la vida eterna: no hay cosa que tanto refreue,
y
consuma el deseo
Je
las cosas sensuales, como considerar muer–
ta,
y
corrompida
h
cosa que se amó, és tan<lo viva y sana. Quien
contempla cuál estará de!'pues de muerto el cuerpo, en cuya con_
cupiscencia se abrasa, qué feo, qué asqueroso, qué hediondo
y
abo–
minable, ¿cómo no vencerá'su pasion, pues su dulzura,
y
deleite son
(1) 2. Hcg 11..-('2) Grcg. t6. ni.or. cap. 31.