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TRATADO TERCEHO
espinas, que lo· azoten, que lo condenen
á
muerte,
y
lo pongan en
una cruz. Todo lo cual dice san Basilio
(1) ,
que es para enseñar-
11os humildad. Aprende, pues, hombre,
á
obedecer, aprende tier–
ra
á
estar Jehaju de los pies; apreude polvo
á
tenerte en nada,
aprende criatura de tu Criador , que es manso,
y
humilde de co–
razon : cuanto fueres mayor, tanto mas
te
humilla,
y
hallarás gra·
cia delante de Dios: que la dá
á
los humildes,
y
resiste
á
los so–
herbios.
El
último remedio sea
('2),
no poner la mira en lo bueno
que tienes, sino en lo malo que haces; no en las virtudes que te
elevan , sino en los vicios que te anastran ; porque si te pones
á
mirar lo bueno que has hecho, te f'nsoberhecerás
(3) ,
pareciéndote
(ron10
al fariseo del Evangelio) que eres mejor que los otros hom–
bres,
y
te dirá Cristo , <¡ue el 'publicano humilde fue justo,
y
tú,
por tenerte por justo, condenado por injusto,
y
soberbio (4); ol–
viJaLe del bien que tienes,
y
anhela por lo que te falta. Imita
á
san
Pablo, que para humillarse decia : yo he sido un hlasfomo ,
y
no
merezco ser apóstol: yo perseguí Ja iglesia <le Dios. Considera tus
vicios, repara en las faltas que haces en tu oficio : acúsate,
y
re–
préndete delante
<le
Dios,
y
nunca alabes tus cosas, ni consientas
que en tu presencia nadie las alabe.
CAPITULO
111.
DE LA AVARICIA.
•
.
·~
_;
La avaricia, que es codicia desor1lenaJa Je riquezas, es tormen·
to tle ricos, y martirio de pobres, alcázar de vicios, veneno de la
caridaJ ,
y
miz de to1los los males; porque segun dice san Agus–
tín (5),
y
todos los vemos, siempre roba
y
11unca
se satisface, no
teme
á
Dios , no respeta
á
los hombres, no perdona al padre , no
conoce
á
la madre, no espera al hermano, ni guarda
fe
al amigo,
(1) Scrrn. de Homil.-(2) Dern. Ser.
f
de Allit.
cordis.-(3)
Luc. 18.–
(4) Aug. cap. 142. ad Demctr.-(5) Aug. li!J. 4 <le Ilap. ·