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TíllTAUO
SEGUNDO
gun hien, ha!larle. Todos estos d-afíos son sin comparacion menores,
que los que padece el que está en pecado mortal. ¿Estás caido en
el cieno de la culpa? No hay fuerzas en la tierra c¡ue Le puedan le–
vantar. ¿Estás heritlo? Toda la medicina de HipócraLes
y
Galeno
no
t('
pueden sanar. ¿Estás ciego? N
ie Le puede dar vista. ¿Has
padecido naufragio <le tos bienes
d~
la gracia? No ht1 y qnien te pue–
da valer. ¿Has perdido el bien, cuya pérdida es la suma de todo
mal? Nadie te lo puede volver sino Dios , ayud ándote tú ; porque
quien te hizo
á
tí
sin tí, no te faltará
á
tí
sin
tí.
Una etemitlad de
pena, ó de gloria iue11arrable,
t!~
vá en morir en gracia, ó no; por–
que la muerte depende <le la vida,
y
esta de un solo instante: eli–
ge cuál quieres mas,
ó
vivir para siempre, ó morir p<1ra siempre.
j
Oh momento de quien depende la eternidad! Imita al niño, que
en cayendo se levanta,
y
si no
p11ed1~,
llora porque le levanten.
CAPITULO XlI.
DE LOS PROVECHOS DE LA FRECUENTE CONFESfON , AUN CUANDO NO
HAY PECADO MORTAL.
El qne -se confiesa
á
menudo se e_xarnina tamhien
á
menudo,
acuénhse mejor de sus culpas, confiésalas con mas certeza,
y
hace
nwjor:
y
mas fácilmente , su confesion.
El qn e
h:l
poco que se co nfesó , y dentro de poco se ha de
confo:; ar, vive con mas recato, porque hace firmes propósitos . de
en111 e1farse,
y
los renueva de ordinario.
Tiene mas luz
Jel
cit•lo p:ira conocer, no solo s11s culpas, sino
las raicrs de ella s
1
y
conN h:i de servir mas
á
nu estro Sclior, por–
cp1 c co rno la e11fcrmedatl conocilla se cura mejor, así las faltas,
y
sus raíces se arrancan,
y
c
¡11it.anmas presto.
Alc:ínzase mayor gra cia por virL11d del Sacramento,
y
cuanto
mas r, rece en ella, tanto mas se di spone para aumentarla,
r¡11 r!
e,;
1111
rico
Lt~so ro,
pues
ü
ca il a gra1lo de gracia conespondc otro de
gloria,
q11'e
vale mas q11 c cuanto
hay
en
el
11111nd o.