l.IIfLA CONFESION;
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cia del cielo, y lo poco que temes tu con1lcnacio11 eterna. ¿No ves
cuántos muPren de repente, que dieran este mundo · (si suyo fuera)
p~r
haber tomado este consejo? ¿No temes los enemigos que te
cercan como leones? ¿Por qué haces tan poco caso del peligro en
que estás, y del riesgo que c@vres 'de condenarte? A sangre fresca
se ha de poner el bálsamo en la herida: descubre tu llaga al confe–
sor; trneca esa ponzoña que te hace dar tan congojosas arcadas;
hallaráste libre del demonio, en gracia de tu padre, absuelto y li–
bre de
fa
sentencia de muerte, y cercano á ·Ja vida _perdnrahle. Si
no te confiesas luego de ese pecado, has de cometer otros por justo
castigo de Dios, en pena de esa tardanz.a. Lo que aquí lees, te di–
ce Jesucristo que hagas , para darte la gloria; el demonio .qLie no
lo hagas para llevarle al infierno ; rnii·a tú
á
quién Jebes obedecer,
claro está que á Jesucristo. Pues si oyeres hoy su voz por medio de
alguna inspiracion, no endurezcas tu corazon, sino ohedécele, no
pierdas punto, que perderás mucho, no te
~e
pase la ocasion , que
se cobra mal perdida. Hoy es el hombre, y mañana no: ¿qué sa-'
bes si será hoy el último plazo de tu vida? No presumas
qu~
ser:í
mejor mañana que ayer: quien no se determina presto en el bien,
de ordinario esco}e el mal. Queriendo Dios librar á san Pedro de
la muerte, le envia un ::íngcl que le Jiga: Levántate
á
toda prisa.
Y sin reparar cu grillos, cadenas, puertas, guardas, se levantó en
un instante. Hazlo Lú así al llamamiento Je Dios, mira que la ins–
piracion es como el maná, que comido luego, sabia
á
todos los man–
jares; guardado para mañana, se volvia en gusanos. Oye el impulso
divino, ponlo lu ego por obra, y te sabrá
á
hígririrns,
á
contriciou,
á
penitencia,
á
amor de Dios : si lo dejas para mafíana , esa misma
dilacion te se convertirá en gnsano roedor de tu conciencia: véanse
luego en tí los efectos Je la i11spiracion, que son aspirar luego al
cumplimiento de ella: suspirar por no haberla cumplido antes ; y
respirar desp11cs de cumplida, confiando Je la ho111latl de Dios, c¡11e
c:;Lás ya
c11
su gracia,
y
libre de los peligros que ' te amenazaba tu
culpa. El caido procura levantarse, el enformo sanar, el ciego ver,
el que ha errado el camino volver
á
él a1111que sea con trahajo; el
qu e padece naufragio, escapar en
u11a
tal> la, y el
r¡11 c
ha perdido al-