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que habia dado á los que ·debian prender
á
Jesus
se acercó á él ; y diciendole : -
'' Maestro, yo
te saludo ; " le besó. Jesus le dijo : -
" J udns
¿con un beso entregas al hijo del hombre
?"
Y
acercandose
a
los solJados les preguntó : -
"A
quien buscais
?' '-
«
A Jesus de Nazareth,
dijeron ellos.
JI
-
''
Yo soy, " dijo Jesus,
y
á
estas palabras cayeron en tierra. -
" Si soy yo
á
quien bnscais, volvió
á
decir, dej3d marcbnr
á
estos." Pedro sacó una espada que llevaba y
· COl'lÓ
una oreja
á
Maleo, criado del gran Sacer–
dote. Entónces Jesus le dijo ·: -
" Envaina tu
espada; porque los que usen de espada con ella
perecerán : ¿crees tú que si yo rogase á mi pa–
dre, no me mandaría doce
legio~es
de ángeles
¿ pero como se cumplirian . las escrituras que
han predicho estas cosas
?"
Tocó la oreja de
Maleo y lo curó ; los soldados se apoderaron de
él y le ataron ; y sus discípulos le abandonaron
y huyeron.
Jesus fué llevado
á
casa de Anas, que el año
ánterior habia sido pontífice, el que le preguntó
por su doctriua. Jesus le respondió : " Yo he
hablado publicamente ; he ensenado en la Sina–
goga
y
en el
templo, ¿por qué me preguntas?
µregunta
á
los que· me han oído." Mientras ha–
blnba, uno de los oficiales le dió unn bofetada
dicienJole : -
«¿
Así respondes al gran Sacer–
dote
?
»
Jcsus lleno de humildad, le dijo : -
«
Si
he
dicho mal dime en qué ; y si bien ¿por qué me
pegas
?
Anas lo mandó atado
á
casa del Sumo
Pontífice Caifas, en donde reunidos los enemi-