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- 52-

que habia dado á los que ·debian prender

á

Jesus

se acercó á él ; y diciendole : -

'' Maestro, yo

te saludo ; " le besó. Jesus le dijo : -

" J udns

¿con un beso entregas al hijo del hombre

?"

Y

acercandose

a

los solJados les preguntó : -

"A

quien buscais

?' '-

«

A Jesus de Nazareth,

dijeron ellos.

JI

-

''

Yo soy, " dijo Jesus,

y

á

estas palabras cayeron en tierra. -

" Si soy yo

á

quien bnscais, volvió

á

decir, dej3d marcbnr

á

estos." Pedro sacó una espada que llevaba y

· COl'lÓ

una oreja

á

Maleo, criado del gran Sacer–

dote. Entónces Jesus le dijo ·: -

" Envaina tu

espada; porque los que usen de espada con ella

perecerán : ¿crees tú que si yo rogase á mi pa–

dre, no me mandaría doce

legio~es

de ángeles

¿ pero como se cumplirian . las escrituras que

han predicho estas cosas

?"

Tocó la oreja de

Maleo y lo curó ; los soldados se apoderaron de

él y le ataron ; y sus discípulos le abandonaron

y huyeron.

Jesus fué llevado

á

casa de Anas, que el año

ánterior habia sido pontífice, el que le preguntó

por su doctriua. Jesus le respondió : " Yo he

hablado publicamente ; he ensenado en la Sina–

goga

y

en el

templo, ¿por qué me preguntas?

µregunta

á

los que· me han oído." Mientras ha–

blnba, uno de los oficiales le dió unn bofetada

dicienJole : -

«¿

Así respondes al gran Sacer–

dote

?

»

Jcsus lleno de humildad, le dijo : -

«

Si

he

dicho mal dime en qué ; y si bien ¿por qué me

pegas

?

Anas lo mandó atado

á

casa del Sumo

Pontífice Caifas, en donde reunidos los enemi-