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57 -

Despues de haber, crucificado

á

Jesus, los sol–

dados se repartieron sue vestidos

y

echaron

suerles sobre su túnica;

y

muchos pasando por

uelante de él le decian :

«

Si tú eres el hijo de

Dios baja de la Cruz. ]) Los gefes de los Sacer–

dotes

y

Jos escribas lambi en se burlaban :

«

El

ha salvado

ú

otros, de cian,

y

no puede salv::irsc

h

si mismo.

»

Uno de los ladron es le dijo : -

«

Si tú eres Cristo salvate

y

salvanos.

ll

Pero el

otro decia

á

su compailero : -

«

¿ No temes

á

Dios ? ))

y

tlirijiendose

á

Jes us, a1i.adió: -

e.e

Se–

Ji. or, acuerdale de mí cuanuo cstes en lu reino.

>•

Jesus le respondió :

«

En verdad te digo que

hoy estaras conmigo en el paraiso

>•

Viendo

Jesus al pié de la Cruz

á

su madre ,

y

cerca de

ella al discipulo amado; dijo

á

Mnria:

«

Mug er,

hé aqui

á

tu hijo

])

y

de . pues

á

Juan :

«

aqui

á

tu madré, ».

Haci á la hora nona Jesus

exc lamó :

«

Dios mios ! Dios mios!¿ párqué

me has abandonado

?

>,

y

á conlinuacion dijo :

«

Sed tengo.

»

Enl ónces un soldado le acercó

l'n una caña una es ponja empapada en vinagre.

Jesus dijo :

«

Todo se had cumplido. Padre

mio, en tus manos enconiiendo rni csptritu,

])

dió un gran grilo

é

inclinando la cabeza espiró.

En ese momento la tierra tembló, las piedras

se hundieron, el velo del templo se rasgó, los

sepulcros se abrieron

y

muchos muertos resu–

citaron.

'El

Centurion

y

los soldados_ que custo–

diaban

á

Jesus,

á

la vista de estos prodígíos, lle–

nos de espanto dijHon : «Verdaderamente este

era hijo de Dios,"

y

la multitud se retiró dan–

dose golpes de pecho.