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Despues de haber, crucificado
á
Jesus, los sol–
dados se repartieron sue vestidos
y
echaron
suerles sobre su túnica;
y
muchos pasando por
uelante de él le decian :
«
Si tú eres el hijo de
Dios baja de la Cruz. ]) Los gefes de los Sacer–
dotes
y
Jos escribas lambi en se burlaban :
«
El
ha salvado
ú
otros, de cian,
y
no puede salv::irsc
h
si mismo.
»
Uno de los ladron es le dijo : -
«
Si tú eres Cristo salvate
y
salvanos.
ll
Pero el
otro decia
á
su compailero : -
«
¿ No temes
á
Dios ? ))
y
tlirijiendose
á
Jes us, a1i.adió: -
e.e
Se–
Ji. or, acuerdale de mí cuanuo cstes en lu reino.
>•
Jesus le respondió :
«
En verdad te digo que
hoy estaras conmigo en el paraiso
>•
Viendo
Jesus al pié de la Cruz
á
su madre ,
y
cerca de
ella al discipulo amado; dijo
á
Mnria:
«
Mug er,
hé aqui
á
tu hijo
])
y
de . pues
á
Juan :
«
Hé
aqui
á
tu madré, ».
Haci á la hora nona Jesus
exc lamó :
«
Dios mios ! Dios mios!¿ párqué
me has abandonado
?
>,
y
á conlinuacion dijo :
«
Sed tengo.
»
Enl ónces un soldado le acercó
l'n una caña una es ponja empapada en vinagre.
Jesus dijo :
«
Todo se had cumplido. Padre
mio, en tus manos enconiiendo rni csptritu,
])
dió un gran grilo
é
inclinando la cabeza espiró.
En ese momento la tierra tembló, las piedras
se hundieron, el velo del templo se rasgó, los
sepulcros se abrieron
y
muchos muertos resu–
citaron.
'El
Centurion
y
los soldados_ que custo–
diaban
á
Jesus,
á
la vista de estos prodígíos, lle–
nos de espanto dijHon : «Verdaderamente este
era hijo de Dios,"
y
la multitud se retiró dan–
dose golpes de pecho.