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mino
á
la guerra que sostenian Felipe el Her–
moso rey de Francia y Eduardo I de Inglaterra;
pero Felipe rechazó su intervencion declarando
que en los negocios temporales no reconocia
otro superíor que Dios, lo que le indispuso con
el Papa. Bonifacío prohibió entónces
á
los ecle–
si ásticos pagar contribuciones
á
ningun lego
sin consintimiento de la Santa Sede; y Felip,e
en represalias impidi ó la exporlacion del oro y
plata de su reino, quitando estos ingresos al
tesoro pontificio. Desde este momento la oposi–
cion entre el Papa y el Rey sa convirtió en lu–
cha obstinada: Bonifacio declaró herejes
á
Jos
que no creyeran que los reyes estaban someti–
dos al Papa en
lo
espiritual y temporal; y Fe–
lipe hizo declarar en los Estados Generales la
independencia del poder real y mandó publicar
los mas violentos escritos contra Bonifacio im–
putandole blasfemias, herejías y vicios. Se pre–
paraba el Papa para lanzar contra el rey su
excomunion, que sin duda hubiera ocasionado
f
un cisma, cuando fué sorprendido en Agnaní
por Nogaret, canciller de Felipe,
y
Colona ene–
migo de Bonifacio, que acompañados de solda–
, dos se apoderaron del anciano Pontifice, le
insultaron y abofetearon; y -aunque el pueblo
le libertó de sus enemigos
y
le condujo en
1
triunfo á Roma, Bonifacio no pudo restablecer
su ánimo abatido por tantos ultrajes y murió á
e
los 80 años de edad en medio de trasportes de
j
ira. Con él terminó el omnimodo poder de la
Santa Sede. Le sucedió Benito XI que exco–
mulgó
á
los autores del atentado
y
que poco
despues murió envenenado.