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SEÑOR NUESTRO.

49

y

de la necesidad de u muerte piira la salvacion de los

hombres; de beis creerme, añadió el Señor, porque mi

doctrina, aunque tan sublime_, es

v~r~a~era; p~es

la

he

apr ndido en

el

seno de la misma d1vrn1dad. Nrnguno ha .

subido al cielo, sino el que b axó del cielo; solo el Hijo del

hombre puede daros una perfecta noticia de la co a del

ci

1 ;

pue siendo verdadero hijo de Dios, solo él ha es–

t ado

en

.el cielo : él

es

el que sin dexar el cielo, en don–

d e es tá iempre por razon de su divinidad, se ha h echo

vi ible obre la tierra, haciéndose hombre para enseñar

á

lo hombres las verdades de la salvacion. Yo sé, continuó

e l Salvador, que siendo estas verdades tan sobre la ca–

p acidad del espíritu humano, encuentran al presente po–

cos

e

píritu dóciles; y hasta que yo muera, no abrirán

los hombres los ojos

á

la v.erdad. Pero así corno Moyses

l evantó en lo alto la serpiente de metal en el desierto por

6rden de Dios, atándola en lo alto de una pértiga para

que todo lo que la mirasen tuviesen en élla un remedio

seguro, a

í

el Hijo del hombre, de quien era figura aque–

lla mi terio a serpiente ,debe ser levantado, es decir, de–

b

er clavado

en

una cruz, para curar las heridas del

pe–

cado, y por consiguiente para curar la ceguedad espiri–

tual de que el pecado es la principal causa.,

y

para sal–

var á lo que creyeren en él; porque de tal modo ha

am

do Dios al mundo, que le ha dado su unigénito hijo,

p

ra que todos los que creen en él no perezcan, sino que

on igan la vida eterna. Este es el

fin

que se propuso

mi

Pad r enviaqdo su hijo: podia condenar

á

los hombres

á

la ju ta pena que merecian us pecados;

sin

embargo,

m e

nviado

á

para ponerlos

á

todos en

e

tado de

salvar · de suerte, que si algunos se perdieren, se per–

d

rá n

olo por

u

culpa,

y

contra la voluntad sincera que

ti n

Dio

de alvarlos

á

todos.

i

Quien mas inexcusable

qu

aquel

que

á mediodía se precipita en un hoyo por no

b

b

r

qu

ri

o

abrir

los ojos á

la

luz~

Ha

venido Ja luz

q ue

a lum

re

á

todo hombre que viene al mundo; alumbra

y

lu

in em argo,

lo

hombres aman mas las tinie–

bl a

qu

1

luz: ·que hay que extrañar, pue , si su ce–

~u

J

d volunt ria lo precipita en las últimas

desdichas~

~ r e

r -

z

n· mi

nto fue como

un

re úmen de toda la reli–

gion

de .

u

doctrina:

comprendió

muy

bien

Nicodémus

Tom. VI.

D