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SENOR NUESTRO.

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cuerpos publicaban que solo el Hijo de

Dios

podia tener

sobre éllos tanto imperio: solo los doctores de la ley y los

sacerdotes , como hombres terrenos

y

carnales, se imagi–

naban que el Mesías prometido debia volverles,

y

aun

au–

mentarles su antiguo esplendor: que debia subyugar

á

sus

enem.igos , como lo hacen los conquistadores

de

la tierra:

:que

debía de llenar

á

los herederos de Jacob de gloria

y

de

riquezas temporales: que debia domar

á

los gentiles

á

fuerza de armas, abatir

á

Roma orgullosa con sus victo–

rias, y repartir sus despojos entre los hijos de Jutlá. Pre•

venidos de este error, jamás quedan rendirse

á

unos tes–

timonios tan auténticos

y

concluyentes. Sordos

á

la voz

de tantos prodigios, desdeñaban el ayre y el porte humil–

de , pobre y modesto de Jesucristo; y aun ménos

.podían

sufrir la santidad de su doctrina, la que .no les prometía

sino bienes espirituales·; y ved aquí lo que inflamó en éllos

aquella envidia y aquel ódio mortal que profesáron siem–

que contra el Salvador, y aquella porfiada obstinacion en

tenerle por un falso profeta; pero no fueron todos tan

cie-

gos ni tan malignos.

_

,.

Durante la corta mansion que hizo Jesucristo en Jeru–

salen , hizo muchos discípulos en esta c.apital: entre los

que creyéron en él, uno fue cierto fariseo de los que

com~

ponían

el

sanhedrin, ó gran consejo; hombre de talento

y

de bondad, llamado Nicodémus, respetably entre los

judíos, no ménos por su nacim

ie.n.to

, que por su

hom•

bría de bien: estaba atónito á vista de los muchos

y

gran¡

des

prodigios que todos los .dias obraba el Saivador gelan–

te de todo

el

mundo; pero sabiendo la envidia

que

los de

su secta , hasta los doctores de la ley, babian concebido

contra Jesucristo, no se atrevia

á

declararse públicamen–

te por él; y el respeto humano le detenía de modo, que te•

mia

parecer discípulo-suyo; vino, pues,

á

hablarle por la

noche, y le dixo ingenuamente: Maestro, no se puede du–

dar que eres enviado de Dios para enseñarnos; porque

ninguno ·puede hacer los milagros que

hace·s, si Dios no

está con él. El respeto humano hizo que un hombre tan

respet able entre los judíos, como era Nicodémus,

~scogie..:

se el tiempo d'e

la

noche para ir

á

tratar con Jesucristo;

y

este es aún hoy el escollo ordinario de las personas distin–

,guidas en el mundo

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y muchas veces

aun

de

la plebe.