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SEÑOR NUESTRO.

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cia

y

de piedad: ni su sabiduría ni su razon dependian

de la educacion ni de la edad. Uniéndose el Verbo divino

á

la naturaleza humana, quiso sujetarse

á

sus leyes; pe–

ro no

á

sus defectos : quiso ser niño en cuanto al cuerpo;

pero su alma jamás experimentó las flaquezas de la infan-,

cia : en aquella primera edad poseía ya todos los tesoros

de la ciencia y sabiduría divina; y siendo infinitos estos

tesoros, no podian tener incremento: Jesucristo no solo no

podía adquirir nada de nuevo en cuanto Dios; pero ni aun

en cuanto hombre podía crecer en luces, ni en perfeccio–

nes, ni en gracias; porque aunque era hombre, era Dios

al mismo tiempo: solamente podía dar señales y muestras

de sabiduría

y

de ciencia mas ó ménos sensibles, propor–

cionando y adaptando á la edad el uso de sus tesoros;

y

así , cuanao el evangelio dice que el niño Jesus crecía en

eqad, en sab'iduría y en gracia, no quiere decir otra cosa,

sino que el Salvador, lleno de sabiduría y de gracia, ma–

nifestaba mas la úna y la ótra; á medida que su cuerpo

se hacia mayor

y

mas fuerte conforme

iba~

creciendo

en edad. No obstante, aunque fue jóven, es muy cierto

que jamás mostró ni en sus palabras ni en sus acciones co–

sa pueril; todo estaba en aquel divino niño en la última

perfeccion: todos sus pensamientos, todos los movimien–

tos de su corazon eran otros tantos sacrificios de alaban–

za que ofrecía

dia

y noche á su Padre; y Dios era mas hon–

rado por la menor accion suya, que lo hubiera podido

ser por el sacrificio de todas las criaturas juntas. En este

jóven infante encontraba Dios todas sus co1nplacencias:

Jesucristo era el único objeto en que Dios se complacía

plenamente. Y como uno de los principales motivos del

inefable inisterio de la encarnacion del Verbo divino era

dará Dios un culto digno de su grandeza,

y

suplir de es–

te modo la imposiblidad en que está el hombre de honrar

á

este Ser suprermo, Jesucristo se dignó hacerse

niño

para su–

plir por la flaqueza de una edad naturalmente inca paz de

amará Dios. Todo era santo, todo era noble, todo magestuo–

so,

y de un mérito infinito en este augusto niño, así como to–

do era divino en él;

y

aunque sus acciones eran proporcio–

nadas·

á

su edad , pero como tenian todo su mérito de la

dignidad infinita de su adorable persoFJa; eran el objeto de

las

delicias de aquel Dios, de quien era el hijo

muy

ama-