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VIDA DE CRISTO
halaba uria hediondez tan insorportable, que no pudiendo
sufrirse él
á
sí mismo, quiso muchas veces matarse para
librarse de sus dolores. Un calor lento, que no se perci–
bia por fuera, dice Josefo, le abrasaba
y
devoraba: tenia
un hambre tan violenta, que nada podia saciarle: sus in–
testinos estaban llenos C;le úlceras, que le causaban tan vio–
lentas cólicas,
y
estas
c~licas
tan horribles dolores, que
jamás ningun reo sufrió suplicio mas cruel: todo su cuer–
po hasta
su
cara era un hervidero de gusanos,
y
esta co–
rrqpcion general exhalaba un olor tan hediondo, que nadie
podia acercarse
á
él. Despues de haber sido devorado en
vida por los gusanos este Príncipe tan cruel como impío,
murió desesperado uno
ú
dos meses despues de lama–
tanza de los inocentes, habiendo caído enfermo el mismo
dia en que hizo executar esta horrible carnecería.
Muerto el Tirano, al punto hizo Dios que
lci
nueva fue–
se llevada á San José por un ángel, que apareciéndosele
en sueños, le dixo que se levantara,
y
tomara al niño
y~
á
la madre para volverse con éllos
á
tierra de Israel, pues
ya
no vivian los que querían quitar la vida al diyino in–
fante. Obedeció José; pero habiendo sabido en el cami–
no que Arquelao, hijo de Heródes, babia sucedido
á
su
padr~,
temiendo que este Príncipe había heredado sus ze–
los
y
su crueldad, no se atrevió
á
fixar su domicilio en
las inmediaciones de Jerusalen,
y
por un nuevo órden del
cielo se. retiró
á
Nazaret,
á
fin, dice el Historiador sagra
4
.do, que lo que habia sido predicho del Salvador por los
profetas se cumpliese; es á saber, que se llamaria Nazare–
no, aunque no babia nacido en-esta ciudad.
Aunque nada nos dicen los evangelistas de la infancia
del Salvador, no es dificil comprender que no fue ni
rnénos admirable, ni. ménos prodigiosa que lo restante de
su ·vida mortal: la· razon .no necesitaba del socorro de
-los años para desenvolverse en aquel que era esencialmen–
te la sabidutia increada; pues aunque Jesucristo fué ni–
·ño en la edad, no lo fue jamás en el espíritu : desde el
primer instante de su concepcion fue aquel renuevo divino
-aquella flor celestial, aquella raiz de la vara de José, so–
bre el cual, como dice el Profeta, descansaba el espíri–
tu _del Señor, el espíritu de sabiduría
y
de inteligencia.,
el espíritu
d~
consejo
y
de fortaleza, el espíritu de cien-